"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 29 de febrero de 2012

el día bisiesto (pensando en Homs)



me recibe con esta frase de hielo: vivir es una herida permanente; si unos humanos matan a otros humanos; si otros humanos permiten que haya humanos que machaquen a sus hermanos; entonces, ¿de qué humanidad estamos hablando?; unos actúan directa e impunemente; otros obran desde las sombras permitiendo que aquellos actúen; esto puede hacerse por inhibición, simplemente, dejando transcurrir el tiempo, negando ayuda, no interviniendo; y la mascarada se despliega una vez más antes nuestros ojos; no hay zonas del planeta que se hayan librado de la representación trágica; una vez conocí a un historiador que  lo justificaba todo con esta abstracción: es la Historia, amigo mío, solía decirme; al principio me parecía cinismo sin contemplaciones; pero no era cinismo por la observación empírica que dota a la idea de una cualidad irremediable y resignada; lo es sobre todo por la lección inmoral que se desprendía de ella; como la Historia implica violencia sin par, ¿para qué molestarnos?, parecía decir implícitamente; pero eso no puede ser solo la Historia, llegaba yo a replicarle, no puede ser solo muerte, sufrimiento, necesidad, humillación, le insistía enardecidamente; y él se reía con una sonrisa que a mí se me antojaba malévola y que él probablemente la considerase sabia; limitándose a responder de una manera tan ambigua pero siniestra: ya lo irás comprobando; por eso me llama la atención que un término como Humanidad sea tan maleable y contradictorio, que posea embriaguez y sobriedad, que pase de acogimiento a desalojo, que te ofrezca bondad y te devuelva odio; acaso es el sino de las palabras, le apuntillo con precaución, ser de ida y vuelta, concederse en su ambivalencia; me mira como si le hubiera golpeado y me pone en la mano la bola negra; creo que sabes de sobra lo que es, me dice; claro, una de esas tristemente célebres pelotas de goma dura, le contesto; en cierta ocasión recibí su impacto en las costillas, me aclara; empecé entonces a distinguir lo que significa la palabra Humanidad; pero otros lo tienen peor porque, además, se les abandona a su suerte de vivos y a su condena de muertos 


domingo, 26 de febrero de 2012

dichos y contradichos



es probable que me consideres un individuo primitivo; no hace falta que digas nada, me dice mientras juega entre sus manos con unos pequeños útiles de sílex; ¿pero lo sería menos si saliera ahí fuera a ver con el vecindario un partido en el bar o me sumara a un corro de aburridos para jugar a las cartas?; me conoces lo suficiente para distinguir que escribo por impulso, sin idea clara de lo que quiero decir y menos de lo que pienso decir; además, las fuentes que provocan a los sentidos son variadas; un suceso que te llega, un fenómeno sobre el que de pronto la humanidad responde como si le cogiera de nuevas, una declaración que te parece tormentosa en boca de algún personaje que se cree alguien y es insignificante; y, no obstante, estos motivos no son los que más me incitan a pensar ni a establecer criterio; por supuesto, la emoción es un territorio brusco y desangelado, que se conmueve y se indigna, que se sobrecarga y desea estallar con bravío; pero no es bueno ponerse a escribir acto seguido al impacto que te llega; para escribir hay que esperar; procurar cierto distanciamiento temporal; es arriesgado, claro; si te abandonas mucho el tema deja de interesarte; si te lanzas a emitir opinión enseguida conviertes las letras en libelo; y no es que no te queden ganas, como antaño, de redactar libelos y de salir a repartirlos y de arrojarlos desde el gallinero de un cine al final de la película, como hicimos tantas veces; pero adviertes que el público pensaría que se trataba de publicidad de un supermercado y ello te desmoviliza; le noto nervioso, no deja de frotar esas pequeñas raederas inteligentemente talladas; se da cuenta de que me quedo mirándole las manos: ¿piensas que toco estas herramientas como buscando la acción benefactora de un komboloi o de un rosario?, exclama mirándome fijamente; son un medium estas piedras, como mis escrituras, como mis devaneos de pensamiento; algo que me vincula al esfuerzo del origen, sin el cual no estaríamos aquí; mi torpeza me impide fabricar bifaces, azagayas o lascas, y hoy nadie las reconocería; tal vez escribo para lamentarlo, también para proyectar con otros recursos las intenciones antiguas de llegar más allá; no sé por qué, pero el cuerpo me pide trabajar otras herramientas, aunque no logre saber para qué; prospectar nuevos dichos y contradichos en un mundo que se retuerce sin fin; repensar los volúmenes que se despliegan ante nuestras miradas, de los cuales Malevich sabía mucho; ¿lo recuerdas?    

sábado, 25 de febrero de 2012

veinticinco de febrero (pensando en Público)



¿crees que cuando unas letras se pierden también pierden los humanos?, me pregunta de modo críptico; las letras se pierden todos los días, le contesto; y tienes razón, me responde afable mientras me ofrece café; unas flotan, otras rasgan, tales se disfrazan de fantasmas, aquellas se incrustan en las vísceras de los hombres, las de allá rebotan y muchas, muchas, no llegan a nacer jamás; pero siempre he lamentado que quedemos desprovistos de ellas; no será por la cantidad, me arriesgo a corregirle, las letras abundan y acaso agobian; agobia lo inútil, nunca lo que responde a la necesidad, me dice grave; harta la repetición vacía, jamás la prospección que reclama ser interpretada; fatiga lo insensato y lo rancio, la intolerancia y la falsedad, la trivialidad y la anulación; es verdad que abundan los signos que se trazan sobre las páginas de mucha prensa sin que influyan con otra intención sino la de que la gente compre o los ociosos chismorreen; con la premisa de que el pensamiento se reduzca y los tópicos se conviertan en dogmas; con el empeño de que los hombres se vacíen y deleguen vanamente en los aprovechados; es cierto que mucha edición ve un asomo de luz, pero no acaba de ser contemplada en todo su horizonte; cuántos libros retornan diariamente al almacenaje, cuántos periódicos vuelven a las distribuidoras, cuántas editoriales menguan, cuántos diarios dejan de existir; nunca se supo de manera tan evidente que la fortaleza de la palabra escrita llevara implícita su debilidad, simplemente porque el hombre que debería leerla no lo hace; cada libro que no se abre es un parto muerto; cada periódico que desaparece es una herida en el sistema de defensas del cuerpo social; cada letra que no es deletreada es un síntoma del peligroso desaprender de los hombres



(Imagen de la fotógrafa finladesa Anni Leppälä)

jueves, 23 de febrero de 2012

veintitrés de febrero


siempre me ha parecido que un poema es toda una experiencia, le replico; sin duda, dice y retoma el hilo, y no solo leerlo, como señalaba Wallace, que lo es también; y como lo leas y a quien se lo leas; porque, a ver, ponte a pensar en ello: el autor, ¿cuántas veces se recita a sí mismo sus propios versos?; escribir un poema es ya una recitación; ese esfuerzo inicial de extraer de la materia difusa que lleva dentro de sí elementos que le digan algo; luego, separar la ganga de la mena; y ese tira y afloja, el abandonar y el ponerse de nuevo, la confusión y la certidumbre, la bruma y la luz que le sucede, la parada y el paso nuevo; en definitiva, una tensión entre la voz que es muda y el silencio que habla; llegar al punto en que lo que intuía y deseaba prospectar se ha convertido en el significante; y ese punto puede ser una ilusión, pero es la ilusión que él perseguía; y en ese proceso ¿no hay acaso una declamación incesante que se crea y se destruye a sí misma?; ¿en qué punto da por hecho un poeta que tiene terminada su obra?; ¿reside en el corpus de intenciones y significados que le han impulsado o en la musicalidad que en un momento dado parece que le remitiera al comienzo?; eso querría decir que la música y la poesía estarían unidas por alguna suerte de vínculo y se reencontrarían en algún recóndito territorio de su expresión, me atrevo a apostillarle; acaso, dice, si alguna vez soy capaz de ocupar ese espacio misterioso y sin fondo, te lo diré, pero mientras tanto me dedico a la experiencia de leer los poemas para experimentar lo que dicen; es en ese momento cuando traspaso la frontera sintáctica y percibo los objetos, los paisajes, las almas, sus pasiones; ya no leo siquiera, me he aislado de la capa que envuelve y palpo cada acto que existe allí, dentro del poema; ha puesto sus dedos en la cristalera y ha jugado a rozar extraños reflejos en la ventana


martes, 21 de febrero de 2012

veinte de febrero



sé que depende del libro que abras; pero tengo la certeza de que, a partir de ahora, más que tantear el texto vas a perseguir un recorte, un apunte, un subrayado, una hojita de cerezo seca; ¿me equivoco?, me interroga con cierto pero medido desdén; no, no te reprendo por ello, los libros son espejos superpuestos o que se confrontan unos con otros; ¿recuerdas La dama de Shangai?; aquella sala de espejos de feria era sumamente peligrosa, allí se concentraba todo en escasos minutos: el deseo, la avaricia,  la maquinación, la pasión, la muerte; hasta el momento en que todo era ya insostenible y se viene abajo; un libro puede ser también esa sala de los espejos; ten cuidado porque hay vida entre las letras que impregnan el papel de la misma manera que hay otra vida paralela que se ha adaptado al hábitat; eso es un libro, un hábitat con posibilidades metaliterarias; las que el lector o el poseedor del libro quiera que tengan; la trama se multiplica entre los dedos del lector; continúa cuando el lector se sigue interrogando más allá del dictado de la línea; adquiere dimensiones extraordinarias si un punteo efectuado hace treinta años te reclama de nuevo; o si un papelito concede unas palabras y echa un pulso con tu capacidad de recordar; o si aparece la hojita recóndita que no por humilde y seca significa olvido; no sé cómo será la vida del soporte electrónico en el futuro; pero dudo que sus usuarios puedan vivir la emoción que supone volver a sacar de la estantería un volumen arrinconado, cuya naturaleza no es el mero texto, sino cuanto nos actualiza o nos trae de nuevo: las circunstancias en que lo devoramos, las personas con las que intercambiamos pareceres sobre el relato, el tono que pusimos cuando se lo leímos en voz alta a alguien que nos significaba de manera especial; algo así como decía aquel autor: leer un poema debería ser una experiencia, como cuando se experimenta un acto   


domingo, 19 de febrero de 2012

parar la barbarie



"¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice que no. Pero si  niega, no renuncia: es además un hombre que dice que sí desde su primer movimiento."

Albert Camus. El hombre rebelde.

Hoy en mi ciudad mucha gente ha salido a la calle respondiendo a una convocatoria sindical contra la reforma laboral que se cierne. A mi modo de ver, creo que se ha superado la asistencia de los mejores momentos del 15M del año pasado. No se trataba solo de una mera cuestión del trabajo, sino sobre todo cívica. Que conste que soy de los que considero más importante la calidad de una protesta que el número de los que asisten. Pero hoy era importante ser también parte consciente de ese número. Prefiero decir que hemos acudido a defendernos de la barbarie. Contra una de sus muestras, porque imagino que habrá muchas más. No tengo ninguna confianza en que se pare la dictadura del capital y de los mercados, porque el voluntarismo no basta si pintan los tiempos sombríos. Pero no obstante creo en la necesidad de que se les ponga coto a las abusos. Las mentiras, en la mejor tradición en la que nos tiene acostumbrados la derecha española, van a estar a la orden del día, basándose en el poder omnímodo que han acumulado. Calma. Que los que se han emborrachado con el triunfo en las urnas en noviembre sepan al menos que no son los reyes del mambo. Que las borracheras conducen al mal cuerpo. Y que si lo que quieren es jugar a tiranos, recogerán lo que siembren. Yo estoy contento de haber visto hoy la otra democracia, la tranquila pero enérgica, la que se nombra menos, la que no quieren que exista, la que no se tiene en cuenta para cambiar instituciones y rumbos de la política de un país, pero que es tan respetable y está más cargada de razones que la democracia formal y agónica a la que nos conducen los amos del mundo. Que sepan que estamos ojo avizor.



diecinueve de febrero



he  echado una ojeada a sus papeles en presencia suya; no parecía importarle; mira lo que quieras, me ha dicho; me he fijado en un texto que sobresalía y  parecía reciente; lee eso que he escrito esta noche: al despertar una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto, figuraba en el pliego; me he quedado pensativo; ¿te parece extraño?, y se ha girado para mirarme a la cara; parece ingenioso, le he respondido inmerso en mi propia confusión; ¿y también exagerado?, ha insistido; no, simplemente revelador de la condición humana, ¿o no es así?; depende, ha dicho lacónicamente, volviéndose hacia la lenta luz del día 



(Fotografía de Giorgia Napoletano)


viernes, 17 de febrero de 2012

recortes cautivos



Me ha sorprendido no encontrar hoy prensa alguna sobre su mesa de trabajo. Ni siquiera veo la pila de periódicos viejos, que suelen quedar abandonados durante un par de semanas en un rincón. Como mucho asoma algún recorte entre los papeles desordenados. Tiene la costumbre de dejarlos unos días a mano por si necesita consultarlos. Otras veces los vincula a algún libro determinado; los dobla, los coloca entre la solapa y la última página, como si de una adenda se tratara. Los temas que recorta son de lo más variados, y solo él sabe qué le impulsa  a seleccionarlos. Un reportaje periodístico sobre el asunto que relata el libro, una reseña crítica, una nota biográfica del autor, un obituario. Por regla general, los recortes, que yacen el sueño del olvido, acaban amarillentos, como tantas páginas editadas hace décadas. Ni siquiera él sabe que están ahí. Así que cada vez que toma un libro que hace tiempo que no abre y se encuentra el recorte, le entra una tensión especial, rayana en la emoción. Se pregunta qué habrá aquí. Como es probable que el criterio sobre lo que figura en el trozo de periódico haya variado desde que lo guardó puede suceder que lo tire. Otras veces no comprende por qué está allí, pero le parece que es un acto sagrado respetar su reposo en esa especie de féretro de letras. Es muy voluble. Tampoco recuerda desde cuándo colecciona, digamos, esas referencias complementarias. No lo hace con cualquier libro, ni con cualquier autor. Si se le pregunta ahora por qué introdujo esa media página de diario  no sabrá responder a la primera. Es como si dudase y necesitara encontrar una explicación actualizada que resulte convincente, sobre todo para sí mismo. No he querido preguntarle por qué no hay ningún periódico en el cuarto. Sospecho que ha tenido un acceso de ira y ha condenado a las tinieblas exteriores lo que nombra con sarcasmo la engañosa publicidad periodística. Desde luego, para mi es más sustancioso hojear sus libros. No es la primera vez que, además de recortes, aparecen flores resecas. Y eso vuelve más misterioso el ejemplar que hojeo.


jueves, 16 de febrero de 2012

país de guiñoles



Pero, ¿qué país de hipócritas, de papanatas y de ciegos es éste? ¿Cómo podemos ser tan tontos que nos tengamos que preocupar de si los guiñoles de no sé qué emisora de televisión francesa hacen chanza de los deportistas españoles y no miremos hacia los propios problemas interiores, que no tienen nada de gracia? ¿No os causa mayor indignación estos dos personajes de la fotografía? ¿No consideráis como un agravio las medidas que los entes a los que representan este par de elementos estén imponiendo al gobierno cipayo? ¿No os importa que el gobierno aplique medidas durísimas, cambie leyes e imponga decretos para satisfacer tanto a los señoritos de la foto como a los de la otra foto, la de los mercados exteriores? ¿O es que, obviamente, conscientes de que con vuestro voto de noviembre habéis colocado a un montón de guiñoles al frente de los destinos del país no queréis saber nada del tema de fondo? ¿Empieza a martirizaros vuestra irresponsabilidad con derecho a voto? ¿De verdad que no os importa que el mercado de trabajo se convierta en el peor mercado de trabajo de la historia a este paso? ¿No veis, españolitos indignados ante lo secundario, cómo se burlan los presidentes de la CEOE y de CEPYME, la patronal importante del mercado español y se lo pasan tan bien? ¿No intuís lo que les produce esa risa de satisfacción que parece decir ya lo tenemos casi conseguido? Esperad, pues, a que la historia del colchón social, que mantiene aún a vuestros hijos y a vuestras familias, pinche, que no tardará. Mientras, hala, a disfrutar de los carnavales, del fútbol, del ridículo hedonismo de vía estrecha que se resume en esa frase tópica de qué bien se vive en España. El lobo asoma sus orejas y no os enteráis de lo que vale un peine. 


miércoles, 15 de febrero de 2012

quince de febrero (intemperie)



le he encontrado hoy resfriado; no tenía sueño y salí esta noche a caminar por el lindero del bosque, se justifica; había buena luna, pero el frío se metía por el cuerpo; los bordes del río se encontraban helados; daba gusto respirar el aire seco; debí subestimar a la naturaleza; era tentador, cuanto más frío percibía más me apetecía desafiarlo; era un frío elegido, casi un capricho; ¿te imaginas que tuviéramos que padecerlo porque se nos impusiera forzosamente, por falta de materia prima para combatirlo o por expulsión, por ejemplo?; sería como una doble intemperie, porque nos estarían privando de lo imprescindible, de la protección de nuestro cuerpo, además de someternos a sufrir un acto bárbaro; la gente no medita sobre lo importante que es sentirse protegido de la dura naturaleza, se da por hecho que la sociedad actual satisface o al menos garantiza ese amparo; por supuesto, no todos los hombres pueden percibir ese cuidado, lo cual me aflige; para estar acatarrado te veo muy expresivo, le digo para rebajar su creciente tensión argumental; hace como que no me ha oído, continua: claro que hay otro tipo de intemperie que aterra, aquella a la que se abandonan muchos seres en el interior de su cerebro; esa exclusión que hacen de sí mismos, ese vacío que ni siquiera es su vacío; cierto que hay gente que se siente apartada del grupo, lo cual les hace sentirse desarraigados, pero lo peor llega cuando dentro de sí mismos se encuentran todas las puertas de sus estancias abiertas y el espacio deshabitado; estos seres a la intemperie no sé si me dan pena o me asustan; son capaces de cualquier cosa; la peor: que otros individuos ocupen su mente con impunidad      




(Fotografía de Masahisa Fukase)


martes, 14 de febrero de 2012

El hombre Hamza Kashgari



Bueno, va a tener razón Blas de Otero (se vio claro que en su tiempo la tenía) recitando aquello de "aquí no se salva ni Dios". Y ya sabemos lo que significa la expresión en un país de impuesta tradición cultural cristiana como el nuestro.

Pues al poeta y periodista saudí Hamza Kashgari  -vas a probar la hiel más amarga de los hombres con solo tus 23 años, hermano-  le han detenido en Arabia Saudí, después de haber huído a Malasia y haber sido devuelto por este país, por haber tenido opinión en vísperas de la conmemoración del nacimiento de Mahoma. ¿Qué dijo en twiter este hombre, que ha podido parecer tan grave? ¿Se detiene al hombre comunicador, al hombre que disiente o al hombre poeta? Tal vez a todos los hombres que son ese hombre. Escuchémosle:

“En tu cumpleaños, te diré que he amado tu rebeldía, que siempre has sido una fuente de inspiración para mí, y que no me gustan los halos de divinidad alrededor tuyo. No debería rezar por ti”

“En tu cumpleaños, te encuentro allí donde me dirijo. Diría que he amado aspectos de ti, odiado otros y no puedo entender otros muchos”

“En tu cumpleaños, no te haré reverencias, no besaré tu mano. Mejor la apretaré como hacen los iguales y te sonreiré si tú me sonríes. Te hablaré como un amigo, nada más”

Eso dijo dirigiéndose al profeta por excelencia del Islam. Tal vez no vean todos los mulsulmanes en sus palabras objeto de agravio ni de blasfemia, pero al menos los sectores más fundamentalistas de su país así lo quieren ver. Y el gobierno saudí, tratando de sacar beneficio del tema para su política no ha dudado en detenerlo. La prensa dice que se enfrenta a la pena de muerte.

Conclusión automática que se nos ocurre en Occidente: jó, cómo son estos musulmanes (sin precisar si todos son igual de radicales y opresores o no) Aquí no puede pasar nunca esto. ¿Nunca? No estaría yo tan seguro. La Iglesia, como comentaba en un artículo reciente Juan Goytisolo, trata de consolidar su poder en la sociedad española, con toda la carga de acción punitiva que puede llegar a desarrollar algún día contra la misma sociedad: "...La creciente ideologización de la tradición religiosa por un pequeño pero influyente sector de la sociedad  -con su anatema del "relativismo moral" y de la inocua Educación para la Ciudadanía-  muestra que dicha corriente está abriéndose paso en las más altas esferas del Estado y que aspira a someter los valores propios de la democracia  -en los que las convicciones políticas divergentes encuentran un terreno de debate común-  al arbitrio de una Iglesia retrógrada y de una extrema derecha revanchista para las que la corrupción actual ejemplarizada por la trama Gürtel y los crímenes perpetrados en nombre de la Cruzada franquista no son tales si sirven o sirvieron a sus muy pocos santos intereses." (ver El País del 13/02/2012)

No estaría yo tan seguro de que en esta vieja piel de toro, que tanto ha sufrido con sus inquisidores, no vuelva la violencia contra los hijos de la tierra. Los entes de ideología férrea y dogmática nunca cambian. Pierden fuerza o pierden posiciones, como mucho, gracias al pensamiento laico más o menos extendido en la sociedad. Pero pueden recuperar fuerza, porque ésta reside en que toque poder. La Iglesia, sin el Poder, nunca es fuerte. Todas las ideologías son frágiles, relativas, efímeras y falsas, peero se consolidan si buscan y obtienen el apoyo del Poder o su control.

En fin, un tema más para meditar. Hamza Kashgari cuenta con mi simpatía. Rechazo con horror la condena ideológica de que es objeto, que puede transformarse en condena de su vida. El Vaticano, que tanto predica el entendimiento con otras religiones, ¿va a tratar de influir para procurar su libertad? Tengo serias dudas. Como decía el título de una comedia de Muñoz Seca, "los extremeños se tocan". Es obvio por qué.


http://internacional.elpais.com/internacional/2012/02/13/actualidad/1329156249_067169.html

lunes, 13 de febrero de 2012

trece de febrero



esta manía suya de buscar significados en los textos antiguos le apacigua; diría más, le sostiene; hay algo en ellos que incluso ratifica su propio criterio, y esto le hace feliz; como si hubiera leído mis pensamientos me dice: hay mucha clarividencia en ciertos libros del pasado; si los sabes interpretar, si no los tomas nunca como una visión rígida y, por supuesto, si no los conviertes en dogma; probablemente es la transmisión de lo experimentado por otros hombres, pero no sólo eso, es también una elección aguda de aquellos aspectos más obvios y acaso repetidamente digeridos de la vida humana; claro que, una de dos, o la mayoría de los hombres no los han leído jamás o no los tienen en consideración como guía de una cierta manera de conducirse, dados los errores y fracasos en que inciden una y otra vez; ¿o acaso es el alma humana que no cambia?, le corto aun sabiendo que lo va a tomar como un tópico; ah, la naturaleza humana, viejo cajón de sastre para justificar las conductas que no sabemos reconducir; lo que me gusta del Libro del Desconcierto es que su tiempo imperativo es una invitación; cierto es que este modo de inducir puede ser recibido por el lector de modo dual; la repetición de una forma de estilo puede suscitar rechazo, pero, al menos, no percibes esta forma como una obligación; mira qué a pelo de la involución que nos cae encima viene esto que estaba leyendo ahora en esa obra: y pues verás cómo la mano del hombre se alza contra el hombre, no clames en vano ni recurras a seres de ficción para que lleguen en tu ayuda; más bien concéntrate en tu sentido; carga con razón tus argumentos; la libertad te guía en lo más profundo de ti, pero la obra no está solo en tu mano; aproxímate con talante abierto a aquellos en los que adviertes que les guía también esa libertad íntima y constructiva, a quienes muestran un talante análogo al tuyo; porque del número hay que hacer confianza y fuerza, pero no triunfo y menos violencia; debéis tener claro que no se avanza si no paráis el golpe primero; pero si lo lográis y avanzáis, tened claro al menos en que dirección lo vais a hacer; ¿no te llegan las palabras cargadas de estímulo?; no he dejado de mirar por el rabillo del ojo el periódico que hay sobre una mesa; sus titulares hieren

domingo, 12 de febrero de 2012

doce de febrero



“…no confundir los pasos perdidos con los pasos deseados, dice el Libro del Desconcierto; aprender de las caídas, pues en ellas no se perece; ignorar tanto los cantos de sirenas como las admoniciones de las sibilas; detrás de cada voz que se oiga en el desierto pregúntate si acaso es tu voz; no delegues nunca tu palabra, pues no te será devuelta; no permitas que ponga nadie precio a tu palabra, pues te la devaluarán; no enmudezcas tampoco, sino trata de que tu voz crezca con otras voces en las que te reconoces; desconfía de las promesas que te harán ciertos desventurados para llevarte a su huerto, pues ellos mismos no se las creen; no pagues tu inquietud con la precipitación; protege tu mente de las tentaciones salvadoras, ya que ocultan sus riesgos; no te dejes influir por las apariencias triunfantes, pues se alimentan de la necedad; a los que se presenten ante ti agitados, sosiégales y recomiéndales templanza; a los que lleguen temerosos, invítales a que inquieran la confianza en sí mismos; a los escépticos no les condenes, pero sugiéreles que no cesen en la búsqueda; a los indolentes recomiéndales que se pregunten…” ¿no te parece que lo que dice este libro ocasional no anda descaminado para los tiempos que vivimos?, dice pausadamente; ¿no suena más bien a construcción en lugar de a tratado de consejos?




sábado, 11 de febrero de 2012

estaban aquí



es asombroso, pero ya nos habíamos olvidado; ¿de qué?, le digo extrañado; no se vuelve hacia mí, contempla las placas de hielo del estanque, con su aliento forma vaho en la cristalera, calla, me sirvo café; al cabo de un rato vuelve a la carga: creíamos que no iba a suceder más, pero mira, héte aquí que cabalgan de nuevo, con más brío que nunca; modernizados, puestos al día, respaldados por todas las jaurías de fuera y de dentro de la casa; toda la vida haciéndonos creer que los bárbaros estaban más allá del limes, que eran otros, y por fin se desvela que los teníamos dentro; ¡y lo habíamos olvidado!; los bárbaros eran ellos; no han cambiado, sus nuevas vestimentas son carnavalescas, pero en realidad se nos muestran en su imperativa y cruda desnudez; no me vale que alguien me diga ahora que al menos son nuestros bárbaros; que hablamos la misma lengua y nos reímos con las mismas carcajadas; no hablamos la misma lengua, y no me refiero a las heredadas del romance; no nos hacen gracia las mismas cosas; los peores son siempre los nuestros; en realidad tampoco son nuestros; para ser nuestros o, mejor dicho, parte de nosotros, tendrían que ser como nosotros; pero van contra nosotros; por lo tanto, ¿vamos a reclamar hermandad de ellos? ¿Vamos a corresponderles con gestos amables como si nos unieran lazos?; los únicos vínculos existentes se basan en el ejercicio de soportarles; juegan a la reconquista, aunque desde hace tiempo ejercitan el saqueo; ¿cabe esperar de ellos otro trato que no sea sino conducirnos al sometimiento cada vez más hondo?;  estas últimas palabras las ha pronunciado quebradizo; apuro la taza; en ese instante sé que debo irme




(Imagen: Actos heroicos, del artista Mateo Maté)

viernes, 10 de febrero de 2012

diez de febrero


si no le conociera, me preocuparía; sé que saca sus mejores ideas de ese espíritu de tensión que le posee; hoy esperaba encontrármelo agitado y tirante y, sin embargo, le invadía cierta aparente placidez; ¿ha sido el descanso o es que te estás acostumbrando a agobiarte menos?, le he preguntado; ¿te parece?, me responde con ese sentido tan suyo que conlleva respuesta implícita y, no obstante, revestida de un retintín enigmático; da un sorbo al café, luego dice: ¿no me imaginas sin pensar en nada, verdad?; naturalmente, le replico, no es lo tuyo, bueno nadie está nunca sin pensar en nada, le digo evitando susceptibilidades; pensar es fluir, asevera; es ir hacia delante y hacia atrás constantemente; tomar referencias y diseñar paisajes inexistentes; no entiendo el pensamiento de manera estática, de hecho no creo que exista; no se piensa lo inconmovible; quienes permanecen en alguna idea fija no piensan, simplemente pasan a otro estado, el del acatamiento; si acatas, te entregas a otro, luego ya no estás en ti, otros te toman; y el otro no es el otro cualquiera; hay una cadena de emisiones que muchos van haciendo propias, pero no son de ellos; muchos repiten palabras ajenas pensando que así se dotan de opinión; pero la opinión exige siempre un criterio, y el criterio es tu propia esencia, algo que catas al menos por ti mismo; algo que más adelante compruebas, también por ti mismo; el término opinión pública es mitad mito, mitad farsa; sabes de sobra que las opiniones públicas están sumamente mediatizadas, cuando no son realmente la voz de sus amos; por eso cuando me levanto no me gusta escuchar el ruido humano, en todo caso abro un periódico y leo entre líneas; me evito lo gutural de una emisora, evidentemente, y procuro traspasar la tinta de los titulares y de las opiniones sesgadas; a veces incluso interpreto a la inversa de lo que dicen; en cada opinión hay intencionalidad; pero no mera respuesta a un pensamiento; hay intencionalidad dirigida en muchos casos; cada vez soy más consciente de que leo ideología adiestrada y, también, asilvestrada; con apariencia culturalista y civilizada, pero frágil y falaz, hace aguas por todas partes; vivimos en palafitos sobre lagunas ideológicas infestas; no sé cuánto sobreviviremos en este hábitat de inmundicia; sabes muy bien que por esas razones desaprendo la lectura de los acontecimientos actuales y perecederos; no sirve de nada saber de ellos si no interpretamos aquello por lo que antes pasamos; me abruma la catarata de su discurso e intento meter baza, le corto y le digo con cierto cinismo: pero hay que estar atentos a las noticias, informado; sé que está a punto de perder los estribos, pero esboza una risa benévola; ¿las noticias?, hasta las noticias se fabrican, responde; las noticias son un producto, luego también un proceso de elaboración, nunca un mero relato de acontecimientos; hay todo un protocolo, y en cada vez más espacios emisores y reproductores de las mismas tiene lugar una tarea previa de autocontrol, cuando no de autocensura y acuerdo, a la hora de hablar de los sucesos del mundo; tienen que agradar a sus dueños, esa es su flagrante contradicción irresuelta




(Imagen fotográfica de Michael Ackerman)


jueves, 9 de febrero de 2012

Simplemente (primer round)




Once años de inhabilitación por el primer juicio, el de las escuchas a la trama de los presuntos de la Gürtel. ¿Hay que callar?




Reproduzco la carta que María Garzón Molina, hija del juez, ha enviado a la prensa:


"Esta carta está dirigida a todos aquellos que hoy brindarán con champán por la inhabilitación de Baltasar Garzón.

A ustedes, que durante años han vertido insultos y mentiras; a ustedes, que por fin hoy han alcanzado su meta, conseguido su trofeo.

A todos ustedes les diré que jamás nos harán bajar la cabeza, que nunca derramaremos una sola lágrima por su culpa. No les daremos ese gusto.

Nos han tocado, pero no hundido; y lejos de hacernos perder la fe en esta sociedad nos han dado más fuerza para seguir luchando por un mundo en el que la Justicia sea auténtica, sin sectarismos, sin estar guiada por envidias; por acuerdos de pasillo.

Una Justicia que respeta a las víctimas, que aplica la ley sin miedo a las represalias. Una Justicia de verdad, en la que me han enseñado a creer desde que nací y que deseo que mi hija, que hoy corretea ajena a todo, conozca y aprenda a querer, a pesar de que ahora haya sido mermada. Un paso atrás que ustedes achacan a Baltasar pero que no es más que el reflejo de su propia condición.

Pero sobre todo, les deseo que este golpe, que ustedes han voceado desde hace años, no se vuelva en contra de nuestra sociedad, por las graves consecuencias que la jurisprudencia sembrada pueda tener.

Ustedes hoy brindarán con champán, pero nosotros lo haremos juntos, cada noche, porque sabemos que mi padre es inocente y que nuestra conciencia SÍ está tranquila.


Madrid, 9 de febrero de 2012.

María Garzón Molina"

miércoles, 8 de febrero de 2012

ocho de febrero



¿por qué hay tanto silencio ahí fuera? ¿por qué se percibe tanto ruido dentro?;  no oigo ruidos en la casa, le digo ingenuamente, y yo vengo de la calle, donde todo es normal; y él me contesta enérgico: no hablo de la casa, no me refiero a la huerta ni al bosque ni a la ciudad; hay días en que mi interior no deja de emitir una bulla insoportable; como si mi cerebro me suplantara, como si se convirtiera en muchos hombres; se hace sentir la presencia de una legión de antepasados, conocidos o extraños, que llegaran para ajustar cuentas; personajes que, clamorosos y despechados, rodean mi entendimiento; hablan idiomas bárbaros y aquel lenguaje que me parece entender es precisamente el más duro, el más exigente; en días así tengo la impresión de que mi cuerpo está vendido y me parezco insuficiente; las voces de esas huestes esgrimen razones y reclaman que se ejecute lo que no está en mi mano conceder; no, yo no pertenezco a su pasado, la mala conciencia no me aflige; y creo que, en la medida de lo que ha estado en mi mano, he sido siempre sumamente sensible a lo acontecido; eso es lo que me preocupa, que otro personaje tome mi propio personaje y se encare con él; y lo destituya; ¿y qué si lo hace?, me atrevo a saltar; se ha quedado callado, ha cerrado los ojos, pasan los minutos, nada se mueve en la estancia, yo hojeo un libro 





martes, 7 de febrero de 2012

siete de febrero



me encontrarás ojeroso y encogido; me he pasado toda la noche en blanco; dándole vueltas a lo más ridículo que existe; a aquello a lo que no habría que conceder apenas dedicación mínima de tiempo; por supuesto que una cosa es tener clara su presencia y otra concederle la entrega de nuestros fantasmas; y esta noche he cedido;  no sé por qué le he otorgado diverso tipo de representaciones; supongo que hay ocasiones en que no sabemos retroceder y dejamos la puerta abierta a lo morboso; y, salvo que retiremos de inmediato esos pensamientos, lo que hacemos es desarrollar escenarios; fingir cómo será el momento, en qué circunstancias, intuir si será o no con sufrimientos; y en cada cuadro de esos sainetes pretendidamente siniestros repetía una frase hecha: así que esto es la muerte, me decía a mí mismo; sin que sintiera nada más detrás de ese instante tan repulsivo como ineluctable; como si decidiera que el hecho letal es una cosa y los padecimientos otra; diferenciar fases del cuerpo para que la mente sufra menos; imaginar el acontecimiento final en sí, casi como una obra propia, donde el dolor no exista; porque el dolor significa aún vida, con su secuela de desesperación y de angustia; morirte sin más tal vez no exista, pero en ese tipo de devaneos quería admitirlo en su propia cualidad; he pensado en aquella gente que he visto de cerca irse; algunos con la fortuna de no haber llegado a ese momento empachados de los suplicios de la carne; con conciencia digna de que estaban ante lo que les era dado realizar por sí mismos; gente abandonada ya al cansancio irrecuperable, a la lasitud única, a la no-resistencia; horas en que el silencio exterior confunde y no puedes saber hasta que te toque a ti mismo lo que bulle dentro de tu cerebro; individuos callándose y a su vez hablándose; recuerdo a aquel hombre duro, a aquel pastor, diciéndome: nacer te nacen, morir te lo haces tú; nunca lo había entendido bien hasta que contemplé su final; no es el proceso anterior que conduce a una u otra fase; es la conciencia de la madurez, de la separación, lo que se te da como un don; el último obsequio de la vida; cuando las palabras del silencio del estertor superan en elocuencia a todas las pronunciadas con propiedad y justicia en la existencia




(Fotografía de Jorge Molder)

domingo, 5 de febrero de 2012

cinco de febrero



qué extraño que no te encuentre hoy contemplando tu abstracción blanca, le digo con sorna respecto al paisaje nevado; estoy ahíto, responde, he visto la caída de los copos al amanecer; algo enajenante hay en pasar la noche sin bajar las persianas; es un efecto desafiante para el nervio óptico, ¿sabes?, los copos caen lentos pero abundantes, y quieres seguirlos, si no a todos y cada uno sí a lo que se te antoja que son bandadas, pero acabas abandonando; la eternidad siempre nos tienta, pero perseguirla en exceso nos vuelve locos; me gusta pensar en la eternidad porque me habla de mis límites; además, he estado meditando lo de tu figura cocida propuesta ayer; me he acordado de una comentarista de la obra de un tan importante como desconocido escultor castellano; en un librito esta mujer manifestaba una gran aversión a la obra de barro; creo recordar que llamaba profanación a las imágenes que se han hecho con barro; ella valoraba solo el material duro, qué digo duro, extremadamente brutal, puro, que si las piedras o las maderas o el marfil, pongamos por caso; una visión desde la pureza de la materia pero considerando la pureza del esfuerzo del cincel; ella valoraba la obra del artista que reconvertía el bloque masa en imagen; y yo lo entiendo, entiendo que una roca es en sí una escultura; entiendo que haya escultores que no quieran alterar la roca de manera extremadamente realista y menos adulterarla; pero me hiciste pensar con tu ironía, porque no es una simpleza lo que me proponías; ¿podrías negarles a civilizaciones africanas que no han tenido cerca piedra o medios para traerla y trabajarla el enorme valor de que tomaran el lodo, lo mezclaran, lo cocieran y lo moldearan?; contemplar el lento amanecer en que los copos parecen estrellas que caen a nuestro lado no es que te haga pensar; es más: te lleva a comprender, y si comprendes algo, aunque sea en una proporción menor, te conduce a la admiración; todo hombre que crea debe ser reconocido; que un pensamiento y una técnica se alíen no lo hacen ni siquiera los dioses

sábado, 4 de febrero de 2012

cuatro de febrero



no me preguntes por qué a veces creo ser una estatua; ver las cosas desde otros individuos me ha dado curiosidad en alguna ocasión; pero el mundo de los individuos, al menos cuando alcanzamos cierta edad, apenas nos interesa; repetimos pautas y, no obstante la variedad de reacciones y comportamientos, resulta cansino y poco atractivo; al fin y al cabo todos llegamos a los mismos puntos de coincidencia o de colisión, no obstante sean los caminos lo que realmente nos proporciona alteridad; he dicho estatua, pero podría haber mencionado una farola, un alero de tejado, un bordillo o una cucaracha; el mundo de otras especies sí que es especialmente atrayente, es como si para hablar otra lengua necesitaras aprender el alfabeto; solo que no es una cuestión únicamente de lenguaje y abecedario; pero uno teme sobre todo ver el reflejo de su especie en otras; teme que en esos otros reinos, por mucho que digan los etólogos y zoólogos, también se dé la competencia, la pugna descarnada, la agresividad, e incluso con menos márgenes de autodefensa que en el nuestro; pero ser estatua o farola, le interrumpo, ¿no te parece extremadamente anodino?; no creas, esa es nuestra percepción; la materia, incluso aleada o mixta, es bastante inconmovible; por supuesto, elegiría ser una estatua de piedra, porque la materia interior es masa orogénica, digamos, y la apariencia de fuera no desvirtuaría mi receptividad; no, no se trata de sentirme un condottiero o un pensador o una divinidad, eso es pura fantasía; o, mejor dicho, proyección de nuestra fantasía demediada, incompleta, que ya he vivido muchas veces; quiero sentir el mundo desde la  gravedad profunda de la diorita o del mármol o del basalto o incluso de la caoba; ¿no te conformarías con reconocerte en una terracota?, le digo para reconducir su devaneo; mira, acaso sí, pues no su menor dureza oculta su composición bruta y arraigada en la tierra; lo seguiré meditando, dice con voz más recoleta, casi imperceptible    

jueves, 2 de febrero de 2012

dos de febrero



me lo ha contado de seguido; creo que hay hombres que se encarnan en otros hombres, me ha dicho; hombres que traspasan el tiempo y que no se dejan afectar por los cambios; hombres que no temen la inseguridad de lo desconocido; hombres que vuelven a un oficio ya perdido y logran que recupere su nobleza; hombres cuya fortaleza no se exhibe desde la apariencia de un cuerpo; hombres cuya presencia no se afirma por emitir voces impositivas; hombres en cuyo silencio se percibe el temple; el extranjero del sur que me preguntó esta mañana por una dirección llevaba un gesto sombrío; parecía perdido, angustiado y lacerado por la extrañeza; apenas conocía nuestra lengua y solo un parte de baja médica me dio la pista; aquel hombre me transformó de improviso; le acompañé hasta el lugar que buscaba; qué importaba su rostro de cultura lejana, la humildad de su vestimenta, el paso atropellado, la insignificancia que arrastraba; con dificultad me dijo que era pastor; por el volante sujeto entre sus manos agrietadas supe en qué zona de la provincia se ocupaba de su tarea; en su cuerpo asténico y apesadumbrado creí reconocer a otro pastor antiguo; en su condición asalariada volví a sentir al hombre cuyas raíces son universales; un pastor hijo, un pastor mozo, un pastor padre; aquel otra vez estaba aquí; aquel que un día tuvo que abandonar el rebaño por la leva obligatoria y alevosa; este joven hirsuto y retraído de hoy había llegado desde valles lejanos donde los vientos abrasan para entronizarse con el viejo oficio; vi en él al hombre desarraigado; pero los pastores saben arraigarse, porque sus referentes están en el calor o el frío de sus pies; hombres intemporales, pobres, que volvían a encontrarse; sé que son de una encarnadura resistente; se crecen en lo extraño y lo inclemente; especie que se hace, tal vez elegida 



(Fotografía de Jorge Molder)

miércoles, 1 de febrero de 2012

uno de febrero



le pillo descolocando sus recuerdos; los objetos acaban convirtiéndose en eso, en instantáneas perecederas; se lo digo; él asiente; perecederas y con un punto de melancolía peligrosa, precisa;  y sigue: he tirado muchas cosas, he roto bastantes papeles, he hecho fajos con cartas y las he arrojado al fuego; algunas, no; algunas las escondo; ni siquiera yo mismo sé dónde las he puesto; a veces hago ficción de que ya no estoy, digamos que me he muerto, por ejemplo, y que alguien, registrando tanta posesión inútil, da con ellas; me gusta imaginarlo, ponerme en el lugar de esa persona que encuentra cartas y notas mías y que se sorprende, si tiene un punto de sensibilidad receptiva; hay una película cuyo comienzo me fascina; la nieta del abuelo recién fallecido  -no tiene más familiares directos interesados en recordarle-  baja una maleta vieja abandonada encima del armario; la abre y en su interior hay recortes de periódicos muy antiguos que hablan de una guerra cruel que está a punto de comenzar en un país lejano, pequeños efectos personales, una foto de mujer que muestra una sonrisa clara y un pañuelo rojo amplio hecho un hatillo; al abrir el pañuelo se desparrama un puñado de tierra; la chica la coge con la palma de la mano, la espolvorea e incluso se huele los dedos y, entonces, el tiempo se parte; esta escena me embarga y me embriaga; luego viene una música especial, como un himno cantado por voces que iban a ser sentenciadas por la historia; ¿ves para qué sirven los recuerdos?, me espeta; solo para que los familiares, si los hay, se los repartan, o para que terminen en un mercadillo, y acaso alguno de esos objetos, con un significado más profundo para quien lo halla, va a ser capaz de relatar una historia; no es poco entonces, le comento con esa templanza con que suelo condescender a sus confidencias; cuántas historias se habrán perdido por no llegar a manos adecuadas y sensibles los recuerdos de otros, responde; los objetos cabalgan entre la memoria del que se libra de ellos y la incomprensión de las manos a donde van a parar; pero a veces se producen sorpresas, como la de esa nieta, como la de quien tome mis restos del naufragio entre sus manos