la aproximación de los acontecimientos le hace a su vez distanciarse; es como si se concentrara más en sí mismo; ahí está de pie, contemplando los anaqueles revueltos y cada vez más desordenados de su biblioteca, atusándose con los dedos la barba, dispuesto a seguir callado, desafiando mi presencia ocasional; pero la montaña tiene grietas por donde siempre sale algo del magma, sea cual sea su forma y su incandescencia; vivir los acontecimientos me exigen ensimismarme, admite; reconozco que los doy muchas vueltas, que no me basta advertir su superficie ni concluir en una opinión pasajera; las imágenes están para transportarlas hacia tu propia profundidad, asevera prudente pero sincero; allí las ves de nuevo, las relees, las complementas con otras, las sometes a los martillazos de tu propio yunque; él gusta de este tipo de comparaciones y me lo confirma: cuando uno es consciente de la materia que le forma desde el origen debe buscar la materia que le siga haciendo más grande; pero no es el tamaño formal lo que busco, sino la intensidad; el conocimiento no crece como un objeto físico habitual, lo hace hacia adentro; y nunca crece como algo que llega desde el exterior y se instala, sino que se entiende y habla con lo que llevas dentro de ti; tú sabes el valor que ambos otorgamos a los libros, con todas nuestras diferencias de criterio sobre unos u otros, eso no reviste importancia; un valor relativo pero influyente; en los libros puedes encontrar luz y placer, pero muchos han sido escritos también para el dogma y la tiranía; puedes hallar sendas que te sirvan para explicar otras vidas y la tuya propia; pero también lujosos suelos que conduzcan a abismos y a justificación de los actos necios de otros hombres, que persiguen los hagas tuyos; no obstante, pienso que prima el vuelo y el caos en lo que está escrito; vuelo que busca y caos que rechaza la sujeción y el control; debe ser esa una de las razones por la que los libros o son vistos con mirada superficial o con desdén o se les ignora o se les persigue cuando ciertos hombres de este mundo se vuelven locos; a veces se empieza creyendo lo justo en ellos y hay un hilo conductor que termina en la acción de la hoguera; tal vez aún estemos en los tiempos en que los medios para que la gente tenga acceso a los libros se limitan o, como se dice ahora, se recortan; esto da idea de los criterios al uso entre los administradores públicos, esos que la gente vota y que luego, una vez elegidos y soberbios ejercitantes de una parcelita de poder, se desdicen y traicionan a la gente; que el conocimiento o el placer estén en función de un valor económico me revuelve las tripas; triste sociedad y tristes gobernantes que se nutren entre sí con las miserias
Голландское чудо. Тишина, в эфире Рик ван дер Линден
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