"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





lunes, 31 de marzo de 2014

Transcurso de las palabras

















...las palabras transcurren a través de parte de los canales que también se ofrecen al alimento o al amor...¿será porque, sean migajas o banquete, las palabras acuden siempre al rescate del hambre de los hombres?


En recuerdo de los cien años del nacimiento de Octavio Paz.



miércoles, 26 de marzo de 2014

Piedra y agua




















...reivindico la dignidad de las cunetas frente a la vanidad de las catedrales.

Eso he dicho en la entrada anterior. Imbuido por el espíritu de León Felipe siempre he adorado más el guijarro pequeño que la montaña pétrea incomensurable. Pero ese sentimiento es anterior a saber del poeta zamorano. Tal vez la culpa haya sido de mis pasos no prolongados pero sí frecuentes por Ávila en la infancia. Allí percibí por primera vez las dos dimensiones. La de las piedras pequeñas y la de las grandes rocas arraigadas en el subsuelo y que emergen como icebergs de granito. Luego hay una tercera dimensión, la de sus construcciones históricas. La abundancia de piedra fue utilizada por las instituciones de las diversas formas de poder (nobleza, Iglesia, monarquía) para alzar sus símbolos de grandeza. Llámense murallas, calles, templos, palacios todo ello era, es, una prolongación de la piedra y del oficio. Me gustaba admirar y sorprenderme con cada edificio, por fuera y por dentro. Mirar de manera absorbente los ángulos de las arquitecturas y los detalles de las decoraciones. Pero lo inevitable era, y lo sigue siendo, tocar siempre la piedra. Sin palpar muros y columnas es como si mi visión estuviera incompleta. La piedra fría me impregnaba de calor. La piedra, ¿médium u objeto en sí misma? Las leyendas me condicionaban y me atraían. La humedad latente en el subsuelo de aquella catedral, que se hacía notar en las losas del pavimento, nos conducía a soñar. Es una extensión de la laguna de Gredos, me decían los mistéricos. Y fantaseábamos con reinos poderosos del submundo, con enigmas sin resolver, con demiurgos más allá de los mortales artífices, demorando siempre la explicación. Pero la piedra y el agua me parecían no tanto recursos para generar imaginación como elementos para vincularme a la tierra. Así descubrí que en aquello también había raíces.





martes, 25 de marzo de 2014

¿Ellos no fueron artífices de una democracia?






...ellos no fueron artífices de la transición...fueron víctimas dos veces...una de sus asesinos y otra de una transición y de una democracia que poco han hecho por reconocerles y sacarles de su olvido...

...para ellos no hay catedrales; ni siquiera cementerios donde yacer; sólo existen cunetas

...invoco la dignidad de las cunetas frente a la vanidad de las catedrales

...¿cómo olvidar que fueron artífices de un cambio social que intentó dar el salto de la ignorancia, el atraso y la injusticia desde la plena legitimidad y legalidad republicana hacia una nueva España sin analfabetos, sin caciques y sin tiranos?

...pero no les dejaron; su memoria sigue pesando

...pesándonos















































lunes, 24 de marzo de 2014

Bertold Brecht: ¿sólo él forjó la democracia?

















Nada más leer el titular noticiable (vendendor de noticias) pero exagerado (desfiguración o desajuste con lo profundo real) de El País (Suárez: forjador de la democracia) de hoy me viene a las mientes el poema de Bertold Brecht. Aquél que cuestiona de modo tan preciso, por medio de preguntas aparentemente ingenuas pero directas, la visión maniquea de la historia. Sí, aquel poema Preguntas de un obrero ante un libro. Y embutir entre el verso ¿Quién cocina los banquetes de la victoria? y el siguiente ¿Quién paga sus gastos? uno nuevo a la española que diga ¿Sólo él forjó la democracia? 

Me gustaría leer los próximos días algunos análisis y valoraciones libres e independientes sobre la muerte de un célebre agente político de la clase política (y oligárquica, no olvidar al servicio de quién estuvo) Que varios días antes de su muerte se estuviera hinchando el globo informativo, digamos, y en principio incentivados por la familia, ya es sospechoso. Los que vamos siendo viejos y hemos conocido múltiples tonos de artes y ardides de la llamada manipulación de masas solemos pensar mal por sistema. Qué mala pata. Ahora vendrá la parafernalia del duelo, los funerales, la vindicación unitaria del papel de aquel gobernante que fue. ¿Gratitud inocente nada más? Lo curioso es que los mismos -o sus descendientes de partido- que se lo cargaron del gobierno del país no harán regateos ahora en hablar exageradamente bien del hombre muerto.

Puede que la familia tenga una herida profunda por cómo le trataron los propios, o los próximos a los propios. Puede que pretendan saciar su sed de reconocimiento al jefe muerto con todas las pompas mediáticas, simbólicas y de espectáculo exterior (hasta le espera una sepultura en el claustro de la catedral de Ávila) Pero, ¿no da la impresión que hay algo más? ¿Que en un momento de convulsiones latentes en el país, y no solo por el tema Cataluña, y sí acaso más por tanta indignación que cubre toda la geografía, pretendan con formas engañosas recuperar los poderes fácticos y su gobierno una inciativa y un protagonismo informativos? Huele a versión interesada y parcial una vez más sobre la Transición, a confirmación (vía honras fúnebres a quien asesinaron políticamente los suyos hace muchas décadas) del papel relativo del líder muerto, a canto demagógico de una inquebrantable armonía entre clases sociales, a exaltación y revitalización de la Monarquía, a ocultación de los movimientos de protesta, a pretendido olvido de la corrupción, el delito de arriba y la política contra la sociedad. Huele a poner parches. ¿Cuánto van a durar sus efectos? ¿Lo que duren las exequias?

Espero que haya historiadores, politólogos y analistas objetivos, librepensadores y no paniaguados, que nos describan hasta qué punto un solo personaje puede ser forjador o modificador decisivo en un acontecimiento histórico. Que hagan ver el papel de tirios y troyanos en procesos de cambio histórico, que revelen con precisión dónde estaba el búnker, donde los transformadores, dónde los oportunistas que se apuntan al carro. ¿Es pedir demasiado a quienes hacen profesión de la Historia?

Preguntas de un trabajador jubilado ante el libro de la siniestra (oscurecida, aviesa y malintencionada) interpretación de la realidad española.




(Fotografía de Leonard Freed, de Magnum Photos)


domingo, 23 de marzo de 2014

Diario de domingo 23


















Qué miedo me da la prensa. O mejor dicho, quienes están detrás de la prensa. Percibo en los periódicos de hoy inquietud acerca de la marcha de ayer en o sobre Madrid. Ignorar su significado, restar importancia o insultarla con exageraciones no son sino síntomas de cierto pánico, acaso aún potencial. Además de hacer dejación de las tareas informativas. Fue una marcha pragmática más que ideológica. Difícil de encasillar por parte de la prensa o, mejor dicho, de quienes están tras la prensa. Tanta demostración pacífica, pero contundente y masiva, preocupa a los voceros. Acaso les hubiera encantado cierta dosis de violencia de calle para justificar la violencia del establecimiento y hacer cundir de este modo el desprestigio de la causa de los manifestantes. No sé. Inquieta que la gente sea pragmática y que en cualquier momento pueda empezar a decir: no solo queremos más, es que lo queremos todo. Porque ¡basta! se dijo hace tiempo y no se escucha a la sociedad. Y la sociedad es un ente vivo, señores. En fin. Son meditaciones tontas y torpes que se me ocurren. No se me haga demasiado caso.



(La foto está sacada de Público)


viernes, 21 de marzo de 2014

Raíces, y 9




Entre ellos me veo.

No más caduco, sino más hecho. Pliegues y repliegues que se retuercen inocentes. Como mis preguntas: ¿Crecerán más las raíces que las ramas? ¿Puede el ramaje rozar el cielo? ¿Descienden las raíces hasta un punto o amplían la geometría allá abajo sin cesar? ¿Puedo seguir escondiéndome tras el tronco? No me veo en el árbol sino siendo el árbol. Mi extensión en la altura va renunciando a pretensiones. Me siento confabulado en la raíz con cuanto ha ido quedando atrás. El pasado preserva todas las dimensiones.

El perfil afilado de mi cuerpo tras su cuerpo.

Cuerpo protector que se te cede. Cuerpo del que comes y en el que bebes. Cuerpo que equilibra tus alegrías y tus estremecimientos. Cuerpo que sientes ajeno y confirmas como propio. Cuerpo que avanza y retrocede. Cuerpo con antifaz y cuerpo descarnado. Cuerpo de temores y cuerpo de osadías. Cuerpo que se ofrece y cuerpo que recoge. Cuerpo con lengua de fuego y cuerpo con llama de saliva. Cuerpo de tierra y cuerpo de aire. Cuerpo generoso y cuerpo flácido. Cuerpo de vagidos y cuerpo de agonías. Cuerpo cara a cara y cuerpo agazapado.

Escóndete en ti mismo.

La voz extiende sus lianas y caigo abrazado en lo que es hondo y no se muestra.



(Dibujo de Inés González)  


miércoles, 19 de marzo de 2014

Raíces, 8
















Cuando el hilo se vuelve raíz.

O descubres que lo ha sido siempre. Llámalo, si quieres, cordón umbilical. Sé más atrevido: puente, senda, mano. Oscura memoria. Tentado estás a pronunciarlo de otro modo: palabra. No sabes dónde comienza a hacerse visible o dónde es todavía arcano. De los territorios de allá abajo procede todo. Incluso la enseñanza que te proporcionaron germinó bajo tus pies. Has vivido con las ilusiones de la superficie, como la mayoría de los demás hombres. La tierra profunda no se siente agraviada por ello, pues entre sus secretos hay más bondad que en el corazón de los de tu especie. Sois vosotros los que vivís agazapados, no el mundo de las entrañas.

Quiero saber de vuestra presencia

para atemperar mis ansias de desconcierto, pronuncio en voz baja. Vivir aquí arriba se hace tedioso. Solo se vive en un combate de imágenes. Nadie se acerca a nadie para sentir al otro. Solo para ver su reflejo. Nadie echa una mano a nadie, como no sea para asegurarse que él se salva también. Nadie escucha a nadie, salvo para oír los propios argumentos rebotados. Nadie busca crecer, pues el alimento que lo posibilitaría no es ingerir un día y otro la misma ración de hastío.

Dejad que me busque entre los pliegues del árbol viejo.




(Dibujo de Inés González)

martes, 18 de marzo de 2014

Raíces, 7
















El suelo me posee desde su fecundidad.

Me sorprendo y me turbo. ¿Qué escucho en la cercanía? Voces que me sujetan, que tiran de mí cada vez más hasta el fondo, que me producen rozaduras con las aristas de la roca virgen, que me hablan con prudencia pero a la vez exigentes, que se dirigen a mí en estos términos: qué hiciste, dónde fuiste, dónde has permanecido, yo la del subsuelo, que te formé de una pizca de mi cieno, que te dejé emerger, que nunca te reclamé hasta que tú te has acercado a tus orígenes, relata lo que has visto ahí fuera, traslada lo que has sufrido, habla de tus sueños, comparte conmigo tu capacidad de sorpresa, dime de tu curiosidad, hazme sentir cuanto amaste, di que en todo cuanto anduviste había sustancia de aquí abajo, y lágrimas de mi misma.

No siento ajenas las voces del viejo ámbito.

No es un umbral prohibido. No es una entrada cerrada. No es un país desconocido. Bajo las raíces percibo que me hablan sus olores, leo en su materia feraz, camino con la firmeza del que se sabe aéreo y sin que le afecte la gravedad, y en cada paso llevo ingenuamente un punto de luz. Allí dentro todo está más claro y debo mirar con ojos diferentes.

Me sé híbrido y voy dejando por el camino un hilo de ida y vuelta, simplemente para no olvidar.



(Dibujo de Inés González)

  


lunes, 17 de marzo de 2014

Raíces, 6
















Apenas soy sino un apéndice minúsculo.

Me creo una formación, pero me diluyo entre los tiempos. Yo no escribiría si aún fuera de aquella era anterior. Ni sentiría con las palabras, ni buscaría con la curiosidad, ni construiría castillos inconsistentes con los pensamientos y las ideas. Sería simplemente arena arrastrada de un territorio a otro. Pero ¿acaso no lo soy ahora también? Barro modelado, esbozo pergeñado, trazo caprichoso del azar. Las apariencias y los disfraces de lo minúsculo deslumbran los ojos de la especie que hoy ocupa con presunción la Tierra. Todos sus pobladores se creen el edificio total. Me veo y no me veo, haciéndome. Si el rumor de allí abajo me inquieta, si la humedad que cala mi piel me debilita, si una cierta convulsión me traslada, ¿no habita bajo la fronda algo de mí? ¿No soy acaso también el subsuelo y sus memorias perdidas?

Cada sensación placentera o dolorosa de mi cuerpo habla.

Su lenguaje, ¿es la manera de vincularme al instante sin tiempo en que fui solamente brizna o nieve? Todo lo que nos parece ordenado se descabala. Cuanto se muestra enderezado se retuerce. La mirada que cree abarcar el universo no pasa de palpar un espacio menor. La consistencia se vuelve fragilidad. La posesión conlleva la pérdida.

Mis preguntas no pueden hacerse allí abajo. No siento necesidad.




(Dibujo de Inés González)

 

sábado, 15 de marzo de 2014

Raíces, 5
















Y allá abajo escuché el roce de la piel de la naturaleza.

Y en aquel tacto que percibían mis oídos se oían pisadas de animales diferentes, caídas imprecisas de desigual sonoridad, choques de masas que de pronto enmudecían, detonaciones que parecían terminar con todo, ecos que reverberaban hasta extraviarse en el infinito. Y en aquella vigilia sobre el otro lado crujían ramajes, rechinaban guijarros, chasqueaban rocas desprendidas, susurraba un aire calmo, clamaban vientos agitados, se alternaba la intensidad rumorosa del agua fluyente, se desencadenaban galernas, se arrastraban seres casi imperceptibles, se precipitaban las violentas lenguas de fuego del cielo, y me llegaba el continuo y silente frotamiento de la arena hasta quedar todo momentáneamente detenido. ¿Era el lenguaje de la formación o el de la descomposición? ¿Se trataba de lo naciente o de lo que perecía? ¿Era una llamada o un repudio? No parecía haber resto humano allá abajo. Todo era anterior, todo sin origen, todo sin causa última.

Tanta voz antigua me llenó de temblor.

Pero obnubilado por la base del árbol que se abría poco a poco y que acariciaba mis pies quedé paralizado. No por espanto, sino por seducción. Y permanecí a la expectativa, buscando un diálogo improbable con los estratos que me pedían un coloquio con la edad del mundo.




(Dibujo de Inés González)


jueves, 13 de marzo de 2014

Raíces, 4
















Me atrae mirar el enigma del mundo.

Como entonces. O desde entonces. Buscando cuanto oculta la oquedad abierta en el tronco de un árbol, cuyo diámetro sorprende, cuya oscuridad asusta. Pero el espacio desconocido es tan amplio que fractura la precipitación de mi mirada. ¿Cómo dirigirme a aquella lágrima que la corteza ha dejado resbalar por su costado? ¿Cómo acercar mi mirada ingenua a un territorio que no puedo abarcar? Hay un registro fósil anterior que es todo un relato sin epílogo. La novela sin fin está allí y me hace insignificante. Acerco la boca a aquella abertura y pronuncio un gruñido, después la imitación de otro animal, más tarde un esfuerzo gutural que quiere decir algo, a continuación un monosílabo que apenas sabe nacer. El silencio. Pero cualquiera de aquellas manifestaciones orales han quedado dentro. ¿Quién las recibirá?  

He permanecido largo rato en guardia.

En vano una respuesta inmediata. Las respuestas de los mundos se hacen allí dentro. Lo único y lo plural no son excluyentes. ¿Será menospreciado lo singular por la implacable e innumerable legión de expresiones que se van elaborando sin que el hombre intervenga? Cada una de ellas es principio y fin en sí mismas. Yo estoy allí, al borde, para percibir el tránsito. Intuyendo que el secreto de aquel ser de otro tiempo me llama, me responde, me envía señales de renovación.

Temo perderme en la dimensión, arrostro el desafío.




(Dibujo de Inés González)


martes, 11 de marzo de 2014

Raíces, 3





Me alivia saber que soy parte de las entrañas.

Apenas asoma un fragmento de mí y el árbol sabe mi nombre. Cuando nadie sabe todavía cómo me llamo. He puesto el oído al borde de los pliegues y he escuchado el tiempo. Y los sonidos son: percusión de piedras que se desgajan, aullidos cruzados, galopar de caballos, carreras de chiquillos, alboroto de juerguistas, desfiles de invasores, detonaciones secas, timbales que se combinan, llantos desgarrados de mujeres, martilleo de cinceles, crepitar de bosques enteros, vocerío de mercaderes nómadas, desplome de aldeas de adobe, cánticos de preces siniestras, talas apresuradas, entrechocar de andamios, confidencias tibias, entregas agitadas, y viento. Mucho zumbido de viento y un eco de oleaje crispado que se acerca y se enmaraña con el aire. He pegado la oreja a la crucería oculta que hay debajo y mi corazón se acelera. Todo aquello que llaman tiempo suena estruendoso y se multiplica en sus pronunciaciones. Debo poner rostro a lo no visto. Imaginar movimientos convulsos. Capturar sus ciclos de lentitud. Seguir con mis dedos de niño ciego el trazado del subsuelo herido de vida. Para comenzar aquí arriba un nuevo esbozo. Para aprender a ver.  

Mi cuerpo tirita cuando se ve dibujado allá en la base. 

Mi cuerpo se estremece desde mucho antes. Antes de los sonidos de los animales y del griterío implacable de los hombres. Al escuchar en lejanía todos los sonidos que formaron el mundo. 



(Dibujo de Inés González)


lunes, 10 de marzo de 2014

Raíces, 2





Es el chapoteo lo que me excluye de lo cotidiano.

Los nervios que emergen de la tierra sostienen bóvedas bajo mis pies. Lo sé por los sonidos huecos que producen mis saltos. Busco hendiduras que me permitan ver el interior. Meto las manos y recibo frescor. Pongo el oído y me responde el susurro de las profundidades. Restriego el lomo de aquellas extremidades rugosas y hago caminar a dos de mis dedos en vertical como si subieran montañas. Luego, todos los demás bajan en tropel de ellas y se raspan. Se rasguñan,  cada uno queda marcado por alguna pequeña mota de sangre. A veces por rayones rojos, rectos, impecablemente delineados. Luego, me curo con saliva y froto las heridas con briznas de hierba. Pienso en la escritura inevitable de los primeros cortes. Lo que se aprende y lo que se olvida una vez pasa el escozor.  

Es el olor del piélago oculto allí debajo lo que me reconforta.



(Dibujo de Inés González)



domingo, 9 de marzo de 2014

Raíces
















Demasiado ruido alrededor. El ruido, inútil manifestación del movimiento, interfiere y no me deja crecer. Quiero permanecer quieto, pero me zarandean. Quiero estar callado, pero siempre me pincha alguien para que salte. Quiero dormir y me cierran la huida. Quiero contemplar y desvían mi mirada. Quiero ignorar el mundo y extienden mapas ante mis ojos tristes. Abro la boca para recibir la lluvia y ésta me evita. Extiendo las extremidades y numerosos objetos impiden mi estiramiento. 

Busco un hueco donde detenerme. 

Una mano dibuja de manera lenta y grácil parte de mi perfil. Una humedad que reconozco me va a incorporando al trazo. Un roce del musgo proporciona placer a las yemas de mis dedos. Un arañazo incrusta el humus entre mis uñas. 

Es melodiosa la cadencia de un chapoteo próximo.



(Dibujo de Inés González)

martes, 4 de marzo de 2014

Aforismos sobre los arquitectos de la destrucción
























En la escuela nos contaban que los arquitectos hacen casas. Contar viene de cuento. Servía al menos para que dibujáramos casas y el alumno más avezado incluso calles. ¿Se trataría de un futuro profesional en ciernes?

En la escuela nunca nos hablaron de los urbanistas, una raza vinculada a arquitectos e ingenieros. No nos hablaron porque, aunque existían, con todas sus deficiencias y límites,  si eran cuerdos y racionales no se les hacía caso. De los urbanistas destrozones qué comentar a estas alturas si ya hemos visto los resultados de su sapiencia.

También nos contaron que aunque las guerras lo destruyen todo  -era tan obvio que no se podía ocultar-  la disposición de los profesionales procuraban de nuevo la reconstrucción. Cuánta bondad. Por supuesto, no nos contaron que el negocio de la construcción es parte añadida  -para el final, eso sí-  de las devastaciones bélicas. 

Tampoco se nos habló de los especuladores, aunque el término era pronunciado en voz baja en los corrillos de los mayores más cualificados. Los especuladores no tenían titulación alguna, pero, paradójicamente, fueron los que manejaron el cotarro y sus criterios (es un decir) fueron en muchas ocasiones decisivos. Aliados, eso sí, con los poderes públicos. Cuántos de estos pondrían el cazo para recibir su parte del botín.

Axioma: Toda construcción nueva exige una destrucción previa. Ésta puede ser, o bien demoliendo núcleos de población u ocupando suelo virgen sin mayores consideraciones. El suelo virgen de la naturaleza ha sido violado monstruosamente por la fiebre inmobiliaria, modalidad delictiva cuya figura jurídica no ha existido. 

También ha cundido la construcción de reforma. Eufemísticamente las han llamado rehabilitaciones, recuperaciones de edificios nobles, etc. A veces no se ha pasado de un fachadismo mortal, pues los interiores de muchos edificios que había que haber protegido sucumbieron sin mayor consideración. Business es business al precio más bajo para obtener el máximo beneficio.

He visto levantar barrios y barriadas enteras nuevas en mi ciudad de calidad dudosa por no decir penosa y pésima, tras destrucción previa  -vía pacífica, de mordaza cívica, cómplice e impune-  del casco antiguo, derribando edificios históricos singulares y mercados y parques y trazando viales de dudosa necesidad. 

Capítulo aparte merecería considerar los negocios de las instalaciones clericales. Está por saberse el beneficio obtenido en oscuros negocios, por parte de aquellos cuyo reino dicen que no es de este mundo. Y a costa de qué vecinos, qué ciudadanos y qué entornos urbanos han mantenido o procurado sus construcciones, en muchos casos faraónicas. ¿Han oído ustedes, dicho sea de paso, hablar de las inmatriculaciones a la carrera de bienes inmobiliarios o rurales que no fueron de la Iglesia pero que quieren amarrar, no obstante no sea su reino de este mundo? 

Ya sé que El Roto eleva aquí a categoría de arquitectos a los destructores de ciudades enteras vía militar. Imagino qué apetentes para los buitres de la guerra y la posguerra se habrán vuelto las ciudades sirias de Alepo, Homs, Haffet, etc. O Bagdad, Basora, etc. en Irak.

Axioma contundente: toda guerra trae miseria para muchos  -pérdida de bienes, de hábitat, de ciudad, de trabajo, de raíces-  pero abre perspectivas de paz halagüeñas para unos pocos: las grandes empresas que construyen ciudades, puentes, diques, etc. Bueno, no soy precisamente el que más sabe de esto. La culpa de estos aforismos la tiene El Roto, el primer intelectual español y además INCORRUPTIBLE.



La lista de aforismos está abierta. El que quiera aportar, que lo haga.



(Por supuesto, la viñeta es de El Roto, hoy en El País)


lunes, 3 de marzo de 2014

¿Cabalgan de nuevo?


























Probablemente no tenga mucho que ver lo de ahora con Alexander Nevsky. Los tiempos no son los mismos, los enemigos no llevan los mismos nombres, la situación internacional y, más en concreto, del mapa europeo, es diferente. Pero ¿seguro que algo en todo ello no se parece? ¿Acaso las viejas apetencias han desaparecido del todo? ¿Acaso no hay hoy día también otros bloques que se tientan osadamente, se pulsan con dureza, se observan con desconfianza, se miran con ferocidad contenida? ¿No han estado presentes o solapadas viejas aspiraciones expansionistas en alguna de las naciones? Lo que nos parece que no va a suceder, sucede. No es que la historia se repita, es que anteriormente las viejas pugnas se cerraron en falso. Es que algunos siempre ven nuevos motivos. Es que la política y los mercados se atraen y se repelen constantemente, se alían y se enfrentan, se nutren y se desplazan y, en ocasiones y circunstancias, acompañados y azuzados por los viejos farsantes que viven de la religión. Nos cuesta entender. No es fácil reducir en nuestros análisis superficiales la historia y realidad presente de extensiones territoriales amplias y complejas, política y económicamente hegemónicas en ciertas zonas del globo, a una mínima expresión. El riesgo permanece, la amenaza late. ¿Será que las sociedades, tan plurales y enconadas en la defensa de intereses, no saben resolver las cuestiones por las buenas? Me temo que siempre hay en esta vida vencedores y vencidos, y que los vencidos de hoy pueden ser vencedores del mañana. Una rueda de Tántalo cruel, cruenta,que solo sabe de rodar hacia el abismo, conduciendo en su tortura incluso a los inocentes. Pero ¿hay inocentes todavía? 

(Nota. Qué belleza estética la de la película de Einsenstein, que presta aquí algunas de sus escenas, y qué belleza la composición de Prokofiev...ambas aportaciones toda una contribución en su tiempo al nacionalismo panruso, versión Stalin)



sábado, 1 de marzo de 2014

Esta chirigota gaditana no es del ¡vivan las caenas!
















No tiene pérdida. Esta chirigota de Cádiz no es de las que cantan precisamente ¡vivan las caenas! Su calidad satírica e interpretativa son extraordinarias. Su mofa iconoclasta puede que algunos la digieran mal. Pero también en el pasado los reyes tuvieron que aguantar a histriones, bufones, juglares y otras hierbas que decían las verdades y cantaban las cuarenta. Como la moralidad no existe en las instancias de los poderes públicos (existe la propia, inventada ad hoc, para justificar desaguisados y tropelías) y no sé hasta qué punto tienen humor pues cabe que pongan a este grupo chirigoto en la lista negra. Miren, ya tenía ganas de reírme yo así, ya, siquiera un rato. Aunque está claro que los que se van a seguir riendo de nosotros por largo tiempo ya sabéis quiénes son.