"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





lunes, 31 de agosto de 2015

Hallazgos: el vaciamiento






















La desnudez es el vaciamiento de lo superfluo.


(El programa doble promete; hay cola en la ventanilla; los espectadores se inquietan porque el portero aún no permite entrar; todos se hacinan en la puerta ya que el frío mesetario es acuciante; dicen que las películas que ponen son buenas; alguien cuenta en un grupo de mujeres jóvenes que uno de los films es de llorar; la otra película es más de acción, aunque en esto de la acción nunca se sabe si hay más vértigo en un drama o en una comedia; por fin dan las luces del vestíbulo; todo el mundo se precipita al interior y el portero no da abasto, pide calma; más nerviosismo, ese cosquilleo de la expectación; apretujones y carreras de última hora; desplazamientos ruidosos en el patio de butacas, risas, llamadas entre unos y otros; crujido de los asientos de madera; en gallinero patalean los más gamberros; un timbre avisa del inmediato comienzo de la proyección; las luces se apagan por fases; llegada de los retardados; empieza a sonar el himno convencional de todos los No-Dos; nadie se calla)



sábado, 29 de agosto de 2015

Hallazgos: Cipión y Berganza a la sombra



















La vida pasa y se ve pasar. También puede alterarse la visión o mirar para otra parte o ver sólo determinadas perspectivas que apetecen ver. En cualquier caso, limitaciones imperdonables de la mirada. Hay quienes recurren a la excusa del agobio o al recurso del estrés o al miedo a lo que llaman fenómenos complicados o a la aprensión hacia la pluralidad de modos de pensar y de comportamientos que abundan fuera de sus cortas miras, para justificar la ausencia de mirada. Hay quienes llaman mirar a la caída del mentón sobre el ombligo o al reflejo especular. Hay quienes dicen que observan, sin precisar que apenas lo hacen sino sobre su cuenta corriente, su estatus o sus planes para el fin de semana. ¿Dónde, pues, la atención de los humanos sobre ese universo rico y pletórico de diversidad que ya envidiarían otros reinos de la naturaleza? Se me ocurre si no estarán más atentos los perros a las incidencias y los aconteceres que los humanos. De estos no se sabe si se centran o se dispersan. Únicamente cuando les van muy mal las cosas parecen coincidir en la necesidad de reaccionar por la supervivencia, aunque a veces, como se ve con frecuencia, cuando se quiere aprender a mirar ya es demasiado tarde.



(A la sombra de los plátanos de la Plaza de Viriato, en Zamora, los chuchos veían la vida pasar. Cuando llegó el humano con su cámara fotográfica cortaron la conversación, pero seguro que a su vez obtuvieron motivo para nuevas reflexiones. Que perdone Cervantes la pretensión de este Coloquio de nuevo cuño:

Cipión.- Mira, Berganza, este tipo y su invento que llega dispuesto a interrumpir nuestro coloquio.

Berganza.- Déjale, y haz como si no nos enteramos, que quien pierde el tiempo es él, pues no nos sacará palabra alguna que nos comprometa.

Cipión.- ¿Qué pretenderá con esa cosa negra colgada del cuello? ¿No dicen que los humanos no llevan ataduras como las que nos ponen a nosotros?

Berganza.- Eso se piensan ellos. Pero por lo que tengo oído a mi amo viven atados a tal cantidad de costumbres, modas y negocios varios que les traen a mal traer.

Cipión.- El mío anda renegando todo el día quejándose de que está atado por no sé qué cosas que llaman deudas y por otras zarandajas a las que nombran hipotecas. 

Berganza.- Déjales, Cipión, con sus angustias y desventuras. Bastante desdicha tienen los pobres, que aun sabiendo las cadenas que les sujetan por todas partes no saben sino seguir pidiendo más.

Cipión.- Ah, ahora entiendo aquello que oí contar una vez a mi amo sobre unos hombres que gritaban ¡vivan las caenas!

Berganza.-  Creo, mi buen amigo Cipión, que lo que les mata a los humanos es que además de no renunciar a lo que les perjudica encima no saben ni usar con propiedad las palabras)




jueves, 27 de agosto de 2015

Hallazgos: revelación callejera






















Oh, la caducidad de los afectos. ¿Quién pone la fecha límite? ¿Los astros, las carencias, las edades? El mito de los mitos se eleva en las artes plásticas, se consagra en la literatura y en la música, se dispersa por las geografías de la necesidad. Hasta que un día sus células se desgastan y hacen de la vida misma una muerte lenta. Los hombres saben que un mito no revelado en sus propias existencias es un mito inexistente. Saben que un concepto que no se toca cada día es un concepto vago que deviene en insignificancia. Los artistas y los teólogos, los cantores y los sonámbulos han buscado definiciones para un fulgor, un asombro, un rayo. ¿Qué ha sucedido cuando ha querido sujetarse la luz, detener la absorción o conservar la intensidad de un cuerpo celeste? Tal vez a los hombres se les ha desviado del instante con la falaz fijación de categorías. ¿Qué es, pues, aquello por lo que todo el mundo clama pero acaso no desde siempre?  ¿Una navegación o la nave misma? ¿Una tierra prometida o apenas un huerto cuyos frutos se agostan? ¿Un palacio o una chabola? No sé. Sólo sé que un poeta ruso del siglo XX utilizó en su testamento poético la expresión la barca se estrelló contra la vida cotidiana para establecer una metáfora concluyente.


(Se han visto a lo largo de los años pintadas de todas clases; hasta llegar a la actual zafiedad de los ensuciadaparedes que se limitan a una firma maltrecha para compensar su ego. Aún en otros tiempos las pintadas explícitas pretendían unos fines coherentes y, aunque las paredes no han sido exponentes de la mejor ortografía latina, al menos voceaban con sinceridad lo que no podía decirse por la privación colectiva de libertad. Sorpresa, por lo tanto, al hallar en la uralita de una obra un clamor que genera duda. ¿Es una revelación personal o una interpretación de los tiempos líquidos? Acaso simplemente se trata de lo que siempre se ha sabido pero no se ha querido reconocer)




miércoles, 26 de agosto de 2015

Hallazgos: Memoria de la memoria






















Entender por fin qué significa el término Memoria aplicado a aquellos álbumes escolares. Caer en cascada sobre uno mismo los lugares ocupados en la clase, los juegos, los clanes, los temas de conversación, los castigos, los premios, las pizarras, los cromos, las amistades sinceras, las manías, las persecuciones, los maestros, las obsesiones, los números, los santos, los ríos, las exhibiciones, las películas, las familias. No me cabe duda que el recuerdo tiene su utilidad, y digo esto pensando en todos aquellos que valoran las cosas por su utilidad. Tiene la gran utilidad de permitirnos reflexión, no sólo vagos tránsitos de imágenes anecdóticas que nos deleiten. El valor de sintetizar, no obstante la circunspección mostrada por cada individuo para la posteridad, un tiempo en el que los chicos se iban haciendo. Ese ir haciéndose puede ser hoy objeto de discrepancia, pues habrá quien el proceso lo quiera mirar desde el lado del encauzamiento en el sistema y quien lo mire desde la rebeldía. Pero, en cualquier caso, la transformación se iba dando. La inercia, donde biología y tiempo cultural que tocaba vivir, establecían un inevitable casamiento.  


(¿Qué fue de aquel racimo? ¿Acabó en cosecha una vez pasaron ocho o diez imágenes de pose análoga pero de personajes mutantes? ¿Cuánto cambió entre aquel pantalón corto de los primeros años y el largo de los últimos? ¿Qué talante, qué habilidades, qué dominios, qué hormonas se fueron apoderando de cada uno de ellos a medida que pasó el tiempo? ¿Y después? Algunos, probablemente unos cuantos ya, se descolgaron de la foto para siempre. Otros permanecerán en nuevos estados tras los que el ceño, la posición o las expectativas mismas habrán variado definitivamente. Una dispersión geográfica y una dispersión vital los hará irreconocibles a estas alturas. Aún quedan quienes se ven y se saben, se hablan o se ignoran, retoman amistades detenidas hace décadas o se observan tímidos y expectantes en el cruce de unas calles. ¿Cómo será hoy cada grano de aquel racimo, queden los que queden?)




martes, 25 de agosto de 2015

¿Se vengará Baal?




Deberíamos estar preparados para el horror y lo doliente y no solo para la belleza y el placer. Los mal nacidos de hoy destruyen el patrimonio en Siria y por todas las regiones por donde transcurre su ignominia, patrimonio que además no les pertenece, y nos impresiona su desprecio y su contundencia. ¿Impresiona a todos? Tengo dudas de que hiera a muchos occidentales la barbarie sobre la ya de por sí arruinada herencia histórica. Pocas conversaciones oye uno en este sentido. Puede que en nombre del dios Baal también se destruyeran representaciones de otras civilizaciones anteriores a caldeos, babilonios, cananeos y otros. La destrucción por mano humana viene desde el principio. Es un sino que no ha desaparecido. Entonces, ¿es que no ha cambiado tanto a lo largo de los tiempos? Uno recuerda el bombardeo aniquilador de Dresde por parte de los cultísimos aliados casi al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando Dresde no tenía especial interés como objetivo ni industrial, ni bélico. ¿Eran más humanos aquellos demócratas occidentales que los crueles bárbaros del Ejército Islámico? Lo que no han cambiado son las concepciones fanáticas e intolerantes de las religiones, que sirven de coartada ideológica a las bestias. Y la concepción del poder por parte de los gobiernos de las naciones que se deben creer ungidos por la divinidad. Aunque uno tiene la impresión de que no es un tema de ideas, sino de intereses cruzados. Desde quienes mueven directamente los hilos de los bárbaros, los poderes establecidos en diferentes países que no quieren que se modifiquen la geoestrategia y se inhiben, hasta los negocios en el mercado negro del arte o la dedicación profesional de esos guerreros oportunistas que se dedican a eso porque es su modo de vida y no saben ni quieren hacer otra cosa que el ejercicio armado. ¿Seguirá callado Baal? ¿Permitirá, como ya hizo en su día con la ley de Moisés, que hasta su memoria quede reducida a cenizas?


"...Vuestros ojos vieron lo que hizo Jehová con motivo de Baal- peor; que a todo hombre que fue en pos de Baal-peor destruyó Jehová tu Dios de en medio de ti." (Deuteronomio 4.3)




lunes, 24 de agosto de 2015

Hallazgos: la propiedad curativa


















Las leyes de la compraventa van paralelas a la respiración y demás funciones biológicas del ser humano. En la memoria de los hombres permanece todavía el intercambio en especie, superada en su momento por un invento ancestral también denominado moneda. Ambas formas de plasmar un trato han llegado a coexistir, en operaciones de mayor o menor envergadura. Después han llegado las novísimas maneras de comprar y vender en las que todos estamos ya metidos, sin apenas ver ni el objeto de cambio ni el objeto de uso. Era una pincelada; la economía no es lo mío y siempre he sentido una repugnancia enorme por las transacciones aunque, como todos, me haya visto en la tesitura de tener que aceptarlas. Que las monedas han servido, además del supuesto respaldo económico existente detrás de ellas, para confirmar el poder establecido basta con observar las efigies y representaciones que desde su implantación han figurado en anversos y reversos. Curiosa metáfora ésta basada en la moneda que ha servido para designar lo positivo y negativo, lo que hemos recibido y lo que hemos perdido, la salud y la enfermedad, etcétera, en la vida de cada individuo. También en el trayecto desigual y siempre inestable de las sociedades y culturas. Poder de posesión de bienes y poder de dominación de los gobernantes se sintetizan en la acuñación de las monedas. Pero la moneda no es sino la excusa o la punta del iceberg de complejos sistemas de control de economías por los que la gente vive o muere. Nunca será de otra manera, aunque a su vez la moneda sea superada definitivamente por procesos en internet que no tendrán rostro, ni textura de metal ni belleza estética. 


(Esas monedas de plata o de cobre gastadas, que hoy nos agujerearían los bolsillos, duermen el sueño de mis recuerdos. Monedas especie de cuidados y afecto. El niño que correteaba incesante caía con frecuencia y la madre trataba de inmediato el chichón apretando la moneda fuerte sobre el golpe. Bien valía lo comido por lo servido, y soportar un instante de más dolor para reducir la hinchazón merecía la pena. Aquellos reyes y emperadores que llevaban su jeta embellecida sobre el vil metal al fin cumplían un objetivo benefactor y verdaderamente humano. El valor del símbolo de cambio obraba el milagro de propiedad curativa inmediata. Naturalmente, habrá quien piense que la verdadera curación no tiene milagro, sino que depende de la disponibilidad y abundancia de la pecunia de cada cual. Impuros y egoístas somos. Por fortuna, la madre estaba allí, ella era la sanadora)



sábado, 22 de agosto de 2015

Parece que fue ayer





Para todos los pacientes que me soportáis, esta canción de la inmensa y malograda Elis Regina.






Caía a tarde feito um viaduto
E um bêbado trajando luto
Me lembrou Carlitos...

A lua
Tal qual a dona do bordel
Pedia a cada estrela fria
Um brilho de aluguel

E nuvens!
Lá no mata-borrão do céu
Chupavam manchas torturadas
Que sufoco!
Louco!
O bêbado com chapéu-coco
Fazia irreverências mil
Pra noite do Brasil.
Meu Brasil!...

Que sonha com a volta
Do irmão do Henfil.
Com tanta gente que partiu
Num rabo de foguete
Chora!
A nossa Pátria
Mãe gentil
Choram Marias
E Clarices
No solo do Brasil...

Mas sei, que uma dor
Assim pungente
Não há de ser inutilmente
A esperança...

Dança na corda bamba
De sombrinha
E em cada passo
Dessa linha
Pode se machucar...

Azar!
A esperança equilibrista
Sabe que o show
De todo artista
Tem que continuar...







viernes, 21 de agosto de 2015

Hallazgos: la belleza impasible

















Aprehender las lentas o presurosas horas de cada día. Pretender que se rindan a nosotros. Dejarnos fluir en su mudo acontecer. Necio empeño. Son impasibles, aun cuando las ocupemos con entretenimientos y quehaceres diversos. No se alteran siquiera cuando presencian nuestros dolores. No nos participan al expandirnos eufóricos en los goces. No se modifican por más incidencias que los humanos traslademos a nuestras formas de vivir. No desaparecen cuando las culturas quiebran o las villas y ciudades arden o la atmósfera extravía su oxígeno o los hombres se descomponen a millones para retornar al compost. Las horas no nos reconocen sino como accidente e insignificancia. Podríamos vivir la vida como una perpetua indolencia y las horas no se rebelarían jamás contra nosotros. Podríamos ser incesantes en nuestra actividad y las horas no serían por ello más pìadosas con nosotros.


(A veces uno tiene que celebrar la vida acercándose a un río. Contemplar el caudal y su entorno, inabarcable, silencioso. Abandonar cuitas y desalojar pensamientos. Tenderse en su ribera donde solo habita el no ruido, la no gente, la no presencia. El curso es y deja de ser preciso a cada instante. Nada hay idéntico en él porque no se repite más que en la fantasía de nuestra mente. Siendo accidentalidad también de la propia naturaleza, su abundancia y generosidad nos hace preconcebir imágenes que no son. Su serenidad va cargada de bullicio ajeno a nuestros oídos. Su lentitud es imperceptiblemente veloz. Como las horas, el río no sabe de nosotros. Para mí, Duero es una divinidad animista sólo explicable en su belleza)




jueves, 20 de agosto de 2015

Cosmografía personal












De pronto, aquel minúsculo vacío se ocupó. Y lo que era apenas una gota o una mota de polvo o un grano de arena o un leve fulgor sobre la tierra a él le pareció que era la tierra misma toda.



(Fotografía de Frantisek Drtikol)


miércoles, 19 de agosto de 2015

Bostezos






A veces me haces bostezar con tus cuentos y recuentos, me dice ufana la gata. Te aprovechas de que no digo ni miau para contar historias que vete a saber si han sido vividas o si están pendientes de vivir. No, no es que me moleste que te inventes o que hagas de lo pequeño algo grande; creo que poderlo contar ya es de por sí hermoso. Solo que se te ve también de qué pie cojeas. La insistencia en rendir cuentas con lo incierto del pasado, que también existió. Porque, ¿si todo lo tuvieras tan nítido te partirías la cervical por teclear cada día en busca de respuestas cuando no sabes ni enunciar con claridad las preguntas? Sé lo que me vas a decir: que por eso escribes tus menudencias cotidianas. Porque el reflejo de escribir no tiene por qué estar sujeto a un plan ni orden ni estructura, al menos si no se pretende nada canónico. Si yo fuera a vivir tantos años como vas viviendo tú probablemente te pediría que me enseñaras al menos un método instintivo, suponiendo que método e instinto puedan ir de la mano. Te voy entendiendo un poco. Lo que escudriñas como los gatos es para ti algo que te permite recuperar imágenes reales o nonatas. Pero no solamente del pasado, sino las que aún queden por llegar. Unas las vivirás y otras las imaginarás y casi todas volverán a ser inciertas. Casi todas. Muchas traducidas en la agitación de los sueños. ¿Es por eso por lo que muchas noches te despiertas sobresaltado mencionando nombres o exageradamente turbado? No sé si lo sabes, pero los gatos también soñamos. Sin tantos aspavientos.





martes, 18 de agosto de 2015

Dieciocho de agosto





Ay, los asesinos creyeron que al matar al poeta mataban a todos los poetas. Tal vez para asegurarse de ello acabaron con pastores, jornaleros, maestros, ferroviarios, mineros, albañiles, metalúrgicos, labradores, impresores, militares fieles...de los cuales también era carne y sangre la poesía. Ay, los asesinos.



lunes, 17 de agosto de 2015

Hallazgos: el cuerno






















El descubrimiento de la pólvora se me antoja símil con la invención de la palabra. Con aquella munición se han cazado presas, incluidos hombres, y se han demolido montañas, y con el uso de la palabra se han atrapado conceptos, difundido pensamientos y establecido normas. Tanto la pólvora como la palabra han ido evolucionando como nuevos pertrechos que han cumplido análogas funciones, incluso con mayor efectividad. Tal como lo digo parece que una y otra carga son únicamente destructivas y, en cierto modo, es así. Se demuele algo para lograr otro objetivo superior que se pretende constructivo  -alimentarnos, adecuar terrenos o explorar minas, acabar con los competidores...en el caso primero, o ayudar a comprender el mundo y de paso aproximarnos a un entendimiento, en el segundo-   pero que no siempre lo es o bien el proceso resulta doloroso. Que las palabras contienen pólvora o que son munición es un giro que suele usarse cuando se edifican discursos graves, intensos y hasta subversivos. Cuando aquel polvorín en forma de asta cayó en mis manos apenas empezaba a colocar idea ladrillo sobre idea ladrillo en el lienzo de mi juventud, y las palabras salían toscas todavía. Se resistían y sólo la tarea compartida con otros me iba a permitir cubrir el tejado de mi propia chabola. Tarea en la cual todavía estoy empeñado.


(Aquel cuerno de pólvora fue todo lo que quedó de un lejanísimo día de campo en nuestra juventud. En cierto modo es un archivo táctil. Sacarlo de una caja del trastero y recordar el día transcurrido hace décadas junto al modesto arroyo es reflejo. Memoria de aquellos que en una ardiente jornada veraniega nos desplazamos pedestres a una fronda de la áspera Castilla. Jaume, Gerardo el fresador, Tere y Ana, las chicas de la fábrica textil, Elia, Pedro el maestro, José el carpintero, y yo mismo, aún me muestran sus rostros de entonces. Imberbes, iniciáticos, timoratos, frágiles. Fácil que quede alguno en la oscuridad del armario de la mente. Si hiciera cierto esfuerzo podría recordar incluso temas de conversación y, si bien no los términos en que se desarrolló ésta, sí al menos los posicionamientos que teníamos unos y otros. Y las ilusiones aún frescas y las esperanzas todavía intactas. El río, la comida y el caserón abandonado, cuyos amplios cuartos nos impresionaron a todos, fueron encuentro pero también excusa de camaradería. Porque el verdadero hallazgo, como todos los que vendrían después, éramos nosotros mismos. Y el remate de la tormenta furiosa de la tarde nos purificó. Purificar en aquel caso fue deslindar quiénes de nosotros íbamos a seguir juntos y quiénes se diluirían en otros espacios humanos) 



domingo, 16 de agosto de 2015

Hallazgos: rompecabezas





















Si alguien me llega a decir hace años que esta imagen de un rompecabezas infantil iba a ser también metáfora de un rompecabezas de adultos no me lo hubiera creído. El problema es que ya no sé cómo interpretarlo ahora. Una vez que uno ha perdido la inocencia y no le queda ápice de fe en lo irracional. En un mundo en que siguen cundiendo los monstruos del desatino y en el que tampoco resulta fácil identificarse con héroe alguno.





sábado, 15 de agosto de 2015

Hallazgos: un Rubens de la melancolía






















Me siento mordedor y mordido. ¿Cómo podría uno ir sólo de víctima del tiempo si es también verdugo por encargo? Puesto que admitimos respirar y ejercitar todas las demás funciones biológicas, se impone aceptar los límites. Es el precio de la aventura. ¿Que nos dejamos ilusionar en exceso por los plazos que se nos van concediendo como si no fueran a caducar nunca? Naturalmente, nuestro Yo nos pide tener y mantener y no nos prepara para la desposesión. En ocasiones, desalojamos lo que no nos parece ya fundamental o necesario, conceptos que vienen redefinidos por la propia edad. Pero siempre deseamos tener algo en función de nuestro estado. Nos aferramos a evitar el deterioro o a retrasarlo. El estiramiento al levantarnos por la mañana y la mirada ante el espejo nos dan la pista de nuestra propia medida cotidiana. Nadie se reconforta en la privación o en la quiebra. Y la vista sobre lo vivido no basta para calmar nuestra inquietud y frenar la perturbación de esta paulatina pérdida de suelo bajo nuestros pies. Entonces, ¿únicamente nos queda la melancolía para solazarnos? Puesto que ella tampoco nos cura sino que más bien su adicción va a cooperar a nuestro deterioro, hagámosla un guiño ya inventado hace milenios. Vivir el día a día real con la intensidad de los sueños.   


(Rubens, como Goya, me hacen sonreír más allá del espanto formal cuando representan a Saturno devorando a sus hijos. Ya se encargará la alteración corporal, la reducción de los tejidos y la multiplicación de las células de hacer de la propia conciencia más dolor. No hay prisa. De momento me recreo en el mito, en la representación pictórica y literaria que históricamente se ha hecho de lo melancólico y me dejo llevar por la inercia ingenua de lo que se me antoja que es mi inmortalidad)






viernes, 14 de agosto de 2015

Hallazgos: un talismán















A ver, ¿qué falló para que la ijada del perverso (acaso desdeñado) Caín no hiciera diana en el cuerpo del inocente (acaso mimado) Abel? El alumno más avezado de la clase soltó aquel día: no tuvo un talismán. Pero el mito hubiera sido otra cosa de haber triunfado el elemento protector. Y los designios de la narración con afán moralista (léase de sometimiento) no podían ser sino como fueron inventados. No necesitamos hoy la lectura del mito de ninguna tradición cultural para explicarnos la existencia de la violencia, hija de la agresividad humana y a su vez de la naturaleza en general. La violencia es imparable desde el principio de los tiempos. Se regula, se ajusta, se reduce de modo circunstancial, en ocasiones sonoras se amplía desmesuradamente. ¿Es susceptible de ser medida la violencia?, preguntará el ingenuo. La violencia humana se mide por sus efectos, responderá el ponderado. Cuando parecía que el Estado de Derecho llegaba para resolver lo insalvable, el estado de salvajismo, resulta que la agresividad humana busca las vueltas de la ley cuando no utiliza la propia ley para generar más violencia. Pero hay otro impedimento peor para no avanzar más en el control de la violencia. Los límites al desarrollo que se imponen unos humanos a otros. Los de tipo económico y los de carácter cultural. De ahí que no cese.


(Los páramos, quebradas y caminos se llenaron de cuerpos ante los que no se detuvieron las balas. Ni los de aquellos que reivindicaban al hombre en su materia ni los de quienes invocaban la divinidad. En casa siempre estuvo guardado uno de aquellos tótem que chocaba con lo tabú, perteneciente al ingenuo de turno que fue movilizado para la carnicería. ¿Cayeron sólo los hijos del diablo? ¿Acaso no pagaron con la vida el precio de su alienación los que se reclamaban hijos del dios? A estos les falló el talismán; las balas o el obús o la metralla no se detenían. Pero ya es sabido lo maniqueo que es el juego de posibilidades de la fe cristiana. Si la vida se salva y las cosas mejoran ha sido por las invocaciones milagrosas. Si al tótem se imponía el tabú (la muerte y demás horrores)... también es que Dios lo había querido. Pero el hombre estaba muerto)



jueves, 13 de agosto de 2015

Hallazgos: borrosidad















¿No es una de las características que más nos persiguen la borrosidad? Incluso con aquellos acontecimientos, simples vivencias o personas que han transcurrido a nuestro lado se va imponiendo su lento proceso de difuminarse. No digamos ya objetos, paisajes. Todo comienza al alterarse en nuestra mente la memoria de su corporeidad: la dimensión varía, las formas se modifican, los contenidos se vuelven cada vez más recónditos. A continuación o paralelamente a lo anterior, es el significado lo que ha mudado. Careciendo de sentido cualquier objeto, situación o individuo van desprendiéndose de nosotros. Una lenta evaporación, un sutil desvanecimiento de imágenes. Más adelante, gran parte de lo que hemos visto, escuchado, interiorizado extravía su configuración y se van borrando. ¿Qué parte de lo que atendimos llegamos a retener? Probablemente algunas sensaciones, no en estado puro sino incluso mixtificadas. Un no sé qué traducido en algo que nos resulta aún grato o bien en aquello que nos repele. Un ápice de sentidos deambula dentro de nosotros como corolario, pretendiendo permanecer aún cual signo umbilical respecto a lo que fuimos. No es fácil entender la vida como desprendimiento. Esa andadura por inercia, hasta que deja de ser  -de haber, de manifestarse, de sentirse-  todo. Cuando el concepto Yo muere.



(Las fotografías que, sin querer, salen borrosas me han atrapado siempre. Desfiguran lo real para invitarnos a releer su significado. El hieratismo de la imagen perfecta cede paso a una imagen haciéndose, como si el interior de la cámara, que sabe de ello, lo dejara escapar para nuestra reflexión o nuestro goce visual. Difuminar un objeto no es feo. Al fin y al cabo es nuestro destino personal. ¿Cuánto de nosotros mismos no se desvanece cada día sin que se recupere jamás?)


  

miércoles, 12 de agosto de 2015

Hallazgos: la herramienta















Cuando uno de los hallazgos llega a la propia vida en forma de dádiva generosa. Cuando el valor del obsequio se multiplica porque anteriormente ha pertenecido a otra persona, a otro tiempo. El valor de lo nuevo, aun siendo digno de estimar, se achica ante la presencia imponente de un objeto que ha estado en más manos, que ha escuchado mudo tantas conversaciones, que ha generado una utilización fructífera. No digamos si tras el regalo se muestran más rostros: el don de un reencuentro entre amigos, acaso un reconocimiento secreto que sólo se puede entender entre el que da y el que recibe. Tal vez un recomenzar  -¿o retomar un hilo suelto?-  la amistad cuando la vida adulta ya muy avanzada no suele devolver antiguas convivencias. Y por medio, lo invisible. La evocación, de pronto, de un compañerismo o camaradería que puede venir de muy atrás y que parecía haberse perdido en la vorágine de los quehaceres y los cambios personales. Una corriente alentadora en que dos individuos se admiten como en la infancia y conectan de pronto porque, aun habiendo vivido experiencias diferentes e incluso enrevesadas, se dan cuenta de que sobrevive una extraña lealtad. Más aún: porque aún tienen algo que decirse. Porque uno llega al otro con todo su margen de criterios independientes pero con un bagaje que les otorga calidad de vida interior. Y que se sienten unidos por eso tan aparentemente etéreo como la búsqueda de significados. 


(Ahí, la herramienta. El que la concede lo hace porque quien la recibe le ha manifestado su vivo interés por todo tipo de herramientas relacionadas con el arte de escritura. El objeto pierde materialidad propia para formar parte de la materialidad humana. Y hay más: la entrega de la máquina conlleva una dosis de afecto que no se valora al uso mercantil. El amigo, que ha perdido a su padre anciano recientemente, le obsequia la Olivetti que había pertenecido al padre. ¿No le está regalando también memoria, sensaciones y vínculos que hacen a los hombres más próximos y menos objetos de uso y de cambio? Entonces vas y le dices al amigo que su regalo es excesivo, que es un recuerdo suyo y sólo suyo, pero él te desarma: yo sé a quién se lo doy, te dice)


  


lunes, 10 de agosto de 2015

Hallazgos: o grito na parede













En principio fue la tormenta. Y al estallar, la materia comenzó a disgregarse por todo el universo. A la par que una parte de ella se dividía, otra se organizaba en una materia nueva. Y a continuación ésta se desprendía de sí misma y daba origen a cuerpos menores. Y los cuerpos menores a veces coincidían con otros y se fraguaba una nueva composición, en forma, tamaño y contenido. Así fue durante millones de años, antes de que los planetas adquirieran la configuración actual. Así fue en el lento devenir del mismo planeta en que habitan los mitos. Algunos dicen que fue debido a ese entrechocar y dispersarse los cuerpos múltiples, de sustancias y materias dispares, como tuvo lugar la eclosión de los colores. Y como se hicieron acompañar por los sonidos. Yo no lo sé. Son historias que traen los antiguos narradores, la mayor parte de las cuales se han perdido y apenas flotan en lo más sanguino de la carne de un orate como yo.


(¿Qué queda de aquel grito que durante un tiempo hizo temblar el suelo de la ignominia y concebir esperanzas en los perdedores de la historia? Tal vez una pronunciación sorda, fijada aún en muros callados y en estandartes arrojados al olvido. Tal vez un vago recuerdo que los ancianos sin habla se empeñan en añorar. Tal vez un paréntesis que abre y cierra un vacío)





Un día cualquiera
















Yo, jocoso, a la dueña de la tienda de pan y leche: ¿Has pasado buen fin de semana? ¿Te han querido mucho? 
La mujer, con cara escéptica: No sé si me han querido pero sí que me han utilizado.

Yo, discreto, a la cuidadora afro de los nonagenarios del octavo: ¿Qué tal tus pupilos?
La empleada: Bien, ahí están, pacíficos. Por cierto, ¿sabes que el vecino del quinto, que también es muy mayor, al que veo todos los días con su mujer y sobre todo sin ella, me propuso en el ascensor que me acostara con él y me ofreció dinero?
Yo, perplejo: No sé si creérmelo. ¿Y que le contestaste?
Ella: que probara en otra parte, que pisos de pago hay muchos, y que no me volviera a hablar.

Yo, al presidente de la comunidad de vecinos: ¿Has visto los lametones que aparecen con frecuencia en el espejo del portal? ¿Será un perro o un humano?
El presidente, entre el asombro y la risa: No era can, no, que hay quien le ha visto. Pero ¿es que tanto se puede entusiasmar consigo mismo el que lo hace?

Un día cualquiera, en el ámbito próximo, reúne anécdotas que pueden parecer inverosímiles, si se las separa de esa cotidianidad que lo disimula todo. Aguce el oído cada uno de ustedes y busque sus propios entretenimientos antes de que el calor de la jornada reblandezca sus sesos. Las anécdotas de lo inmediato sirven para confraternizar con amigos incluso de ideas disímiles, sin encarnizarse. 



(Fotografía de Karin Szekessy)


domingo, 9 de agosto de 2015

¿Marca España?




Necesito que alguien me explique si ese lugar donde se fusiló hace unos días a un toro también es España. ¿Y luego quieren que todos tengamos la misma idea sobre eso llamado España? Pues cuesta, oigan, cuesta. Pero, desde luego, esa España supuesta de la fotografía no es la mía.  


Después de hacer el anterior y superficial comentario me dio en pensar que la metáfora nos acecha día a día y hora a hora. Observé la aparente impasibilidad del toro, más bien agotamiento y  a la vez dignidad, algo de lo que cierta clase de españoles carecen, pues la dignidad no es una propiedad meramente humana. Observé la actitud de los espectadores que, al menos, ni jalean ni corean, pero no sé si es mejor o peor o les vuelve más cobardes, ya que nadie tiene el arranque de ir contra la infausta y santa tradición, característica ésta que sobra en abundancia en nuestro país, donde la mayor parte de las tradiciones son ridículas. Observé el afán violento de cierto valiente individuo que se presta a echar mano del fusil, sobre todo sabiéndose como se saben respaldados por la costumbre y esa sacrosanta fantochada llamada fiesta popular, de la cual también andamos sobrantes. ¿Dónde anda la metáfora, pues? Fácil, no vean solo un toro, vean una España. No vean solo a los espectadores, vean otra España. No vean solo a un verdugo, vean otra España. Don Antonio, usted era maravilloso, pero en su época no podía caer en la cuenta de que no había únicamente dos Españas, sino tres. He ahí la metáfora o, peor, el drama. Machado reescribiría sus proverbios y mira que éstos siguen de actualidad.





viernes, 7 de agosto de 2015

Hiroshima, comentarios al vuelo
















Tras ver ayer por la noche un documental en Discovery Max sobre la verdad (¿cuánta seguirá oculta?) del bombardeo de Hiroshima hace setenta años uno puede sacar muchas conclusiones. Así, a vuelapluma, se me ocurren algunas.

Qué poco hemos sabido, y seguramente seguimos sin saber, sobre lo que había detrás de toda aquella monstruosa operación militar. Seguramente todo viene de mucho antes, con las implicaciones de los Estados en aquel statu quo bélico, incluido el japonés, que desarrollaron un curso de muerte y destrucción, llegando a dar lugar a masacres sin fin, como las de Hiroshima y Nagasaki (nos enteramos de que antes, en raids sobre Tokio habían llegado a morir cien mil personas, bagatela, vamos) 

La repugnante obcecación del gobierno y los militares japoneses, con sumo desprecio a sus propios súbditos, que se resistieron a firmar la rendición antes de que tuviera lugar la barbarie del 6 de agosto (con un emperador muy dios, pero o inútil o cómplice total) 

El interés del gobierno norteamericano y el especial empeño de los militares en sentar precedente mundial de poder con el arma atómica. La manipulación masiva de los medios de comunicación tanto en la sociedad japonesa como en la norteamericana. Difícil discernir en acciones tan extremas como las llevadas por los USA en aquella y otras contiendas qué parte de ellas son geoestratégicas, qué parte de negocio de los grandes fabricantes armamentísticos, qué parte de mantenimiento de una clase militar ávida siempre de poder y modus vivendi elitista

El cínico silencio durante años de los científicos padres de la bomba, más preocupados por sus grandes investigaciones y logros, lo cual eleva su propio ego por encima del común de los mortales, antes que conceder un criterio moral a lo que hacían. Es cierto que debieron darse cuenta antes del bombardeo de lo que podrían generar con su mortífero hallazgo; incluso en el reportaje se habla de una carta dirigida al presidente advirtiendo del daño que podría causar si se usaba (entonces, ¿para qué la fabricasteis, podrían espetarles las víctimas?)

El cinismo y desprecio de los jefes norteamericanos de la operación con la sociedad civil japonesa. Un ejemplo: cuando empezaron a barajar ciudades para el bombardeo pensaron en Kioto, la histórica ciudad, con esta especie de "razonamiento": "Porque los ciudadanos de Kioto estaban más culturizados y eran más inteligentes, y ese perfil se adecuaba mejor a los efectos de la bomba". (Lo contó un profesor norteamericano que participó en el documental) ¿Pretendían de esta manera la muerte simbólica de la cultura? ¿Despreciaban su extensión social, el desarrollo de la inteligencia y de la comprensión razonada, es decir, las luces en medio de las tinieblas? 

La complicidad de la sociedad estadounidense y esos gestos aberrantes de celebración de la victoria en las calles, tras la explosión atómica y la consecuente rendición de lo que quedaba de los ejércitos nipones. Aunque muchos ciudadanos americanos admitieron en años posteriores que había sido una brutalidad, siempre justificaron la acción como necesaria para poner fin a la guerra (historiadores y testigos aún vivos mantienen que de haber querido se podría haber llegado a una paz pactada)

Naturalmente, la barbarie siempre tiene abundantes rostros y derivaciones. No ya la muerte instantánea de miles de personas. También las secuelas de la radiación. Un científico dijo que al desatar la radiación de aquella manera brutal se desencadena todo tipo de cánceres en los cuerpos. Y puesto que inmediatamente llegó la rendición japonesa, vino la segunda parte del horror: las ciudades devastadas, el hambre, la desposesión, las mafias, la carencia de organización estatal que fue aprovechada por el mercado negro, la desaparición de niñas...

Que el eminente físico nuclear Robert Oppenheimer se reconociera tras el crimen en una cita del Bhagavad Gita: "Ahora me he convertido en muerte, en destructor de mundos", ¿le exime de responsabilidades en la barbarie?

No estoy seguro de que aquella lección se aprendiera. Hoy mismo leo en El País que un 56 por cien de ciudadanos norteamericanos considera aún, a setenta años visto lo de Hiroshima y Nagasaki, que fue necesario arrojar las bombas atómicas. Y por otra parte, el actual gobierno halcón de Tokio anda considerando intervenir más directamente en el armamentismo nuclear del presente. ¿Toca el fin de la conciencia pacifista? ¿Permitirán, permitiremos, los ciudadanos del mundo que se repitan las aberraciones letales? Me quedo en estas preguntas.



(Fotografía tomada del blog Presencia de espíritu)



jueves, 6 de agosto de 2015

miércoles, 5 de agosto de 2015

Hallazgos: dedicatorias






















¿Cuánto de nuestro tiempo empleamos en dedicar algo a alguien? Una solicitud, un servicio, un grato deseo, un recuerdo. Entre la constancia y la ocasión hay un abanico de modos de dedicar algo de nuestro Yo al Otro. Dedicar no es necesariamente ocupar algo en el otro. Pero el otro sabrá si quiere sentirse con algo nuestro. Cierto que no todo cuanto se dedica es desinteresado. ¿O hay verdaderamente algo que lo sea? Porque cada comportamiento humano tiene su trastienda. Lo que parece altruismo en lo inmediato es apuesta de seguridad o de satisfacción personal a medio o corto plazo, por ejemplo. Aun no negando la sinceridad de la entrega, que en realidad, es un intercambio, acaso nadie dé algo a cambio de nada. Aunque el momento en que se realiza ese dar lo aparente. Forma parte de las leyes de la dedicación, más que de la dedicatoria. Pero no desdeñemos las pequeñas o continuas dedicatorias de cada día a los otros. Si hay una satisfacción mutua en el ejercicio, ¿para qué sacar las cosas de su quicio? Vivir en lo inmediato consecuentemente ocupa tiempo y espacio de nuestro interior. Rescata el pasado y rinde cuentas con sus insatisfacciones. A veces solo hay que dedicar al que lo espera o, y ello tiene más valor, al que no se lo espera unas palabras, un gesto, un estado de ánimo alegre. O simplemente escuchar sus cuitas. Dichosos quienes van más allá sin esperar nada a cambio (corregí)

Nota: Dedicatoria y dedicación se confunden tantas veces en la vida cotidiana...Solo se diferencian en la voluntariedad de una y en la obligación de la otra. 



(El poeta entregaba algo de sí mismo en su dedicatoria rubricada ya casi nonagenaria. No tanto el libro soporte, cuyas poesías ya son un obsequio casi nupcial. Entregaba también una sugerencia, un impulso, tal vez un deseo imposible sobre una joven que podría reencarnar para él parte de lo perdido. ¿Lo intuía en uno de sus Antisalmos?

1. La vejez, ¿es un joyero
    lleno de joyas o ceros?

2. ¿O es, acaso, un vertedero
    lleno de escombros o sueños?

3. De ceros y sueños
    amamanta la vejez. Nunca el tiempo ha sido el Verbo.

4. La luna está arriba,
    debajo.)





martes, 4 de agosto de 2015

Hallazgos: cuidados de abuelo















Un abuelo sienta a su nieta en un banco a la salida del parque. La quita los playeros, primero uno, luego el otro, los golpea contra el suelo. Pasa la mano por los pequeños pies, los frota, abre los dedos, desaloja la arena. La habla con afecto, enseñándola, sin palabras ni entonaciones correctoras. Me parece un gesto tierno, una entrega de cuidados del abuelo respecto a la niña. Aunque seguramente sea también una actitud práctica marcada por una orden materna. La madre de la criatura habrá encomendado la tarea al abuelo, se la habrá recordado hasta la hartura, que no deje de aligerar los zapatos de piedrecitas y tierra. El abuelo, que seguramente ya tenía olvidado el oficio, lo rescata con delicadeza, aunque su cuerpo no esté para los trotes de agacharse y mantenerse en cuclillas. El abuelo se entretiene en los pies de la nieta y de pronto se para. Su mirada no está en el punto de la labor que, por otra parte, ya ha concluido. Se ha detenido en el tacto. Porque al tocar los pies de la niña recuerda. Acaso lo que hace ahora le trae aquello que hacía sesenta o setenta años antes con sus hijos. Le recorre el cuerpo un escalofrío. No es el ejercicio ni el cuidado que en su día tuviera con los propios lo que le estremece. Es el desgarro, que hayan pasado ya miles de instantes como éste. Que todo sea irreversible. Sabe que será su última nieta, su última vocación de entrega. ¡Abuelo!, el grito melodioso y débil de la niña le saca de su fuga. Sonríe, se agita, la atiende. Piensa: todo lo que ha sido antes está siendo ahora. Suficiente. La calza de nuevo y se van. La niña da saltos. Él, con disimulo, también.



(Fotografía de Saul Leiter)



lunes, 3 de agosto de 2015

Embarrancado en los pecios
















Estoy embarcado -embarrancado más bien- en un libro de pecios. Pedazos de reflexión sobre el naufragio de la vida y las cosas (o las cosas de la vida, en su sentido más extenso e ilimitado) Que Rafael Sánchez Ferlosio eligiera el término pecio, generalmente reservado a los restos de las embarcaciones que se fueron a pique, para sus particulares, enjundiosas y en ocasiones enrevesadas meditaciones me pareció siempre una genialidad. Este Campo de retamas que acabo de comenzar, y que no tengo previsto terminar pronto (no hay prisa alguna y los pensamientos deben leerse con tiempo y con temple) ofrece una variedad de reflexiones y de aforismos que son como cajas chinas en ocasiones. No es lo que aparenta la primera lectura sino lo que hay detrás o debajo o dentro. Destaco uno muy actual (suponiendo que alguno de ellos no lo sea, que lo dudo) "La tierra como hábitat es el suelo de la vida. La tierra como territorio es el solar de la dominación." Me hace pensar mucho, porque pone el dedo en la llaga de un problema grave: mientras a tantos humanos se les niega el derecho al hábitat en tierra propia o ajena, hay quienes teniendo hábitat parece estar dispuestos a sacrificarlo. En su obsesión por sublimar el territorio y aunque paradójicamente vendan la idea de un reforzamiento de ese hábitat, en realidad están replanteando la propiedad sobre el territorio, con todas sus consecuencias clasistas y dominadoras. ¿Será que se está perdiendo la perspectiva de la vida que nos debe dar sentido para dejarnos atrapar por la retorcida idea del sometimiento? Algunos no saben sino repetir con obstinación la mala historia. No es de extrañar porque tienen como modelo a aquellos que llegaron antes a compartimentar territorios, aunque digan que son sus enemigos. 



(Fotografía de una perfomance de Bill Viola)


domingo, 2 de agosto de 2015

Reprimenda






















¿Cómo te lo diría?, me dice la gata de la vecina. No me ha gustado cómo me has sacado el otro día en ese blog tan apocalíptico en el que escribes. Excesivamente circunspecta, incluso aturdida. Claro que tampoco me extraña demasiado, me dice. No hacías más que golpear el cristal para atraer mi atención. Bien sé que lo que te pedía el cuerpo era pegarme un grito o asustarme agitando las manos. Lo llevas en la sangre desde niño. Traías a mal traer a los de mi especie. ¿Que cómo lo sé? Se te nota en la sonrisa mefistofélica que pones cuando me llamas. Si te portaste moderadamente es porque me perseguías con tu cámara y querías tenerme ahí, posando. Pero ya ves, te fastidias, no soy demasiado expresiva. Luego decís los humanos que somos curiosos, pero tú no dejaste de hacer piruetas para que yo me contorneara y así buscarme mis lados oscuros. Pues no se te logró. ¿Crees que yo soy como tus pensamientos?, me reprende la gata. Escribes renegón, insatisfecho, riñendo siempre a todo el mundo. ¿Te parece saludable? Ah, claro, es tu estilo, me podrías decir. Si no te quejas, revientas. Si no buscas las aristas te parece que el paisaje no es real. Si no dices las cosas de modo críptico crees que no ahondas. Me voy a tumbar a la bartola, me agotas.

Tras esta reprimenda, cualquiera le dice nada a la gata de mi vecina.





sábado, 1 de agosto de 2015

Hallazgos: un aniversario anónimo















Igual que hay amores imposibles hay revoluciones imposibles. A veces incluso ambos conceptos aparentemente lejanos entre sí se nos antoja que se habitan mutuamente. Y así nos parece que un amor que está a punto de dejar de ser imposible nos revoluciona. Y una revolución imaginaria que nos creemos que puede ser real nos llena de amor. Pero esto que digo son palabras vanas. A la hora de la verdad, es decir en los desenlaces de las historias personales o colectivas de los hombres, todo sigue más o menos en su punto fantasioso. Es mentira que los hombres existan para amarse. Este tipo de pensamientos es propio de la ideología tradicional y la moda de costumbres. Creo que, de hecho, los hombres no se han amado jamás. Como mucho, en circunstancias temporales han creído que se amaban. Los hombres están para sobrevivir, unos con otros, unos contra otros, unos sobre otros. De ahí que el instinto natural, el del odio, sea más fuerte que ninguno. La humanidad está para sobrevivir por impulso inerte, aunque ella misma se pone hoy día más en duda que nunca con sus prácticas extendidas de destrucción. Basta observar cómo la fuerza bruta, con medios más refinados o más burdos, pero no menos contundentes, sigue dirigiendo nuestra marcha contradictoria hacia el vacío.


(Cirilo Moro Colodrón. Labrador, alcalde de Nava del Rey (Valladolid) Asesinado por los insurrectos contra la legalidad institucional y republicana el 1 de agosto de 1936. Jamás se recuperó su cadáver. En España levantas una piedra y sale un muerto o dos o varios. Tienes un vecino desde hace cuarenta años y te enteras de pronto, cualquier día, que su padre o su hermano o su abuelo fue asesinado por los bárbaros de casa. Los pinares castellanos son extensos y acumulan sustrato abundante de sus árboles. Difícil hallar restos. Pero el peor sustrato es el silencio y su descendiente natural, el olvido. Así que en memoria del citado, este apunte, este homenaje)