"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





sábado, 30 de enero de 2016

Desnudeces. Esfuerzo
















Entre el esfuerzo y la derrota no es tiempo lo que hay. Es sangre. Sangre que bulle y rebulle o sangre que rebaja su ritmo o se seca y nos hace palidecer. No debemos de conceder una importancia decisiva a cómo nos vean otros en cualquiera de esos estados. El otro siempre nos ve en función de su mirada y de su comparación. Pero está bien ponernos sobre aviso al advertir que alguien nos admira o nos compadece. Todo esfuerzo nos hace morir un poco más, pero si de inmediato comprobamos que hemos generado un acierto catamos éste como si se tratara del fruto más gustoso. Un sabor que dura lo que transita pero que justifica estar aquí.


viernes, 29 de enero de 2016

El cesto entero





Adalid en productos hortofrutícolas, nuestro gran país ofrece también una variedad de manzanas podridas que se están convirtiendo en cestos completos podridos. Qué bien lo interpreta Guerra en último cero, periódico digital sin red. Uno quisiera que Valencia, y por extensión, todo el territorio español, fuera solamente lo que canta el topicazo de la canción: Valencia es la tierra de las flores, de la luz y del amor...Aunque con la podredumbre que sale a relucir algún vate rebelde podría cambiar la letra. ¿Llegará a buen puerto tanta investigación? Por el bien de las gentes honestas, de la convivencia, de la fruta y de la política que así sea.



jueves, 28 de enero de 2016

Desnudeces. Defensa de la desnudez




Quien oculta la belleza de la desnudez de las esculturas de sus clásicos ignora y renuncia a su propia belleza.



(Fotografía de Toni Catany)


miércoles, 27 de enero de 2016

Defensa de gallinero




Cuando yo era joven y díscolo e iba al cine me gustaba subir con la tropa a gallinero. Era el espacio donde se tomaba la iniciativa para protestar si la película se hallaba en mal estado, si se producían cortes o si se censuraban los besos de los protagonistas. Sin aquel espacio libérrimo de gallinero, donde accedíamos cuarenta y la madre, no lo hubiéramos pasado tan bien. ¿Que la película era mala? El cachondeo general que montábamos nos sacaba del hastío. ¿Que los diálogos no había oído que los captase? Poníamos sonido colectivo en do mayor. ¿Que el morreo entre el chico y la chica del film nos parecía logrado? Aplausos y pitadas entusiastas. ¿Que el argumento se alteraba cuando llegaban escenas de amor que se nos hurtaban? Pataleo general, poco comprendido por las gentes de bien que se sentaban en butaca de patio. ¿Que nos reconcomía la ansiedad del film? Nos poníamos las botas a pipas. Ya mayorcitos gallinero fue también un lugar idóneo para dejar caer octavillas, pero tenía sus riesgos, por supuesto, aunque la emoción purificadora bien valía la aventura. Así que reivindico el noble gallinero. Ese ámbito que rezumó siempre olor a proletariado. Claro, eso era en otros tiempos; hoy no se habla ya de clase obrera, solo se menciona a la gente difusa, y a este paso ni vamos a saber de qué materia humana laboriosa se compone la sociedad. Se ve que nadie quiere estar hoy en gallinero, y de ahí a que la película sea repe y ya la hayamos visto y que además la dirijan los de siempre solo hay un paso. De seguir así volveremos a tragar el NO-DO.







martes, 26 de enero de 2016

Los nobles de la Política





Sí, hubo alguna vez nobleza de la Política. Y nobleza en quienes se comprometían con ella. Incluso -¿o sobre todo?- en los tiempos oscuros en que el riesgo era doble. Por un lado, porque era perseguida la expresión del pensamiento y la asociación de personas para defender la Política y las opciones políticas. Por otra parte, porque el mismo concepto Política estaba demonizado por el régimen político de los corruptos. ¿Ironías del destino? No, simple imposición a sangre y fuego. Solo se permitía hacer política, monolítica y dirigida, eso sí, a las gentes de un palo. Los fieles del régimen se limitaban a corear a la camarilla que guardaba el rebaño. Cualquier otra política del disidente no es que fuera solamente perseguida por los actos subversivos de los mismos, sino que estaba devaluado el concepto. Ese fue el gran triunfo del nacionalcatolicismo. La sociedad -familiares, amigos de tus padres, profesores, curas- hablaba generalmente mal de la Política. En cuanto expresabas una simple idea que se saliera del beeee borreguil te espetaban: estás haciendo política. Y te enfurecías o callabas, según de dónde vinieran los tiros, por el riesgo, la necedad ambiental y la ignominia.  

Pues bien, creo que la gente más consecuente que he conocido respecto a defender el derecho a la Política fue quienes se opusieron al Poder. Esos fueron los nobles  -no aristócratas- de la Política. Asumiendo riesgos, penas, castigos y desprecios. Después...no digo que no haya habido y haya mucha gente, de base, que es honesta, consecuente y, no obstante la confusión generalizada, que trata de limpiar el buen nombre de la Política, incluso reivindicándola como virtud, pero es eso, gente de abajo que confía aún en ideas. Los instalados, y también habría que distinguir los que se aprovechan de los que tratan de empujar la sociedad civil por buen camino, serían objeto de otra consideración.  

Vamos, que me quedé un poco mal con mis afirmaciones excesivas de la entrada anterior. 



domingo, 24 de enero de 2016

Kafkiana, no. Chapucera





¿Hubo alguna vez nobleza en la política? Aunque las bellas palabras de los clásicos la ensalcen como arte del entendimiento, creo que no. Al menos en España, no. Pero, ¿no podría ser menos infame? ¿No podría dejar de estar tomada por canallas, arribistas y maliciosos? ¿No podría obrar como revulsivo de sí misma? Creo que tampoco. Calificar de kafkiana la situación sería un lujo. Simplemente es una muestra más de la tradicional chapuza.

Este es mi grado de desazón, de desconfianza y de desesperanza tras lo que veo estos días en la ridícula lid del ruedo ibérico.


sábado, 23 de enero de 2016

Simbología. Exégesis varias: dando la vuelta y retorciendo lo inverosímil




Si yo fuera partidario de las teorías conspiratorias vería una historia de ovnis en el grafiti o bien la mano de antiguos habitantes del planeta. Daría la vuelta al dibujo eh voilà! obtendría una representación digna de los indios de las praderas o un ídolo propio de las culturas megalíticas.

Hipótesis:

1. Veo un cuerpo que es agua. Surge de los océanos y es, en sí, océano.

2. Siento un ser emocional que es risa pero también llanto. 

3. Ese ojo único, heterotópico, al decir de Juan Eduardo Cirlot, predomina en la altura rigiendo tanto el mundo interior como el exterior.

4. Ojo que llora en todas las direcciones (aquí, si yo fuera teólogo cristiano fantasearía conque llora por el pecado del mundo)

5. El ojo es el que ahorita mismo, según yo escribo y vosotros leéis, nos controla hasta el tuétano, según predijo hace décadas George Orwell, después de la hermosa historia narrada, no exenta de frustraciones, en su Homenaje a Cataluña (a la de entonces, que nada tiene que ver con la de estos tiempos)  

6. La figura esquematizada está formada por un eje vertical que, o bien es un mero elemento axial por el que sujeta a sí mismo y al medio circundante o bien es una lágrima densa que desciende hasta formar el sexo y/o enlazar con él.

7. En este último caso, si se afina la mirada, puede verse el falo, que ratificaría la tesis anterior, pero también una oquedad que sugiere la gran y hermosa concha de la hembra.

8. Siguiendo el hilo de este último acontecimiento podríamos derivar que una lágrima seminal fecunda la fuente de la vida, también denominado por algún que otro pintor el origen del mundo (Courbet dixit) 

9. En torno al cuerpo, es decir, alrededor de la generación de la vida mamífera, se encontrarían los valles, las montañas, las costas, en fin, todos los elementos geofísicos que condicionan la vida animal sobre el planeta.

10. O bien ese entorno sea un simbolismo muy esquemático y simple del refugio primitivo, la caverna.

11. Si bien podría representar acaso el espacio amurallado, artificial, erigido para la protección de las vidas humanas, los negocios y las mentiras.

12. Más allá de los límites, el desierto tartárico (lo nombraría así Dino Buzzati), pero a mí se me antojan ver reflejadas las otras dimensiones del universo, donde la Tierra y nosotros somos un apéndice minúsculo.

13. ¿Más allá el vacío? No, solo nuestro vacío.



Epílogo (provisional o definitivo, ya se verá): Se me ocurre que la mano que pintó el grafiti estaba leyendo la Odisea y quiso representar a Polifemo saliendo feroz al encuentro de Ulises.





viernes, 22 de enero de 2016

Desnudeces. Petroglifo















El mundo simbólico es infinito. Al fin y al cabo es la traslación de significados humanos a través de lenguajes no verbales que pueden incidir tanto o más que los verbales. También las palabras son simbología. Me gusta del simbolismo el lado imaginativo y abierto. No me gusta la parte manipuladora: su uso para adscribir las conciencias de los individuos a ideas fijas y cerrar la libertad de pensamiento. Iba yo en el autobús, lugar donde con frecuencia algunos chicos dibujan monos, estampan rúbricas sinuosas, escriben invocaciones (te amo Laura) o lanzan proclamas estúpidas cuando no escatológicas (come mierda) Y, de pronto, en el respaldo del asiento que había delante mía, aquella representación, cual mapa antiguo. ¿Representaba algo? No lo sé. Perímetros amurallados de trazo quebradizo, líneas horizontales paralelas, una vertical perpendicular a las otras. La horizontal más superior se prolongaba a ambos lados de su cruz como si finalizaran en manos oferentes. Al sur de la línea vertical colgaba un misterioso ojo heterotópico. Probablemente fuera solo un dibujo que a su autor solo le sirviera para ratificar un ego pequeñito que sus amigos y él mismo necesitaban reconocer y rendir pleitesía. Acaso únicamente se trató de un acto solitario e intransferible, una proyección de una sexualidad aún imprecisa. ¿Quería decir algo más? Yo, viajero circunstancial y retorcido, quería ver una especie de petroglifo sobre el plástico del respaldo. Quería interpretar una figura erigiéndose sobre el cosmos terrenal. Ni más elevada ni más insignificante, sólo un reflejo del humano indeciso. Una actitud de temblor en medio del ámbito inseguro. Un ojo que nos ofrece la virtud de pre-ver, pero que apenas sabemos utilizar, o de ser permanentemente observados, algo que cada vez acecha más a nuestra supuesta libre intimidad. Pude quedarme con el significado de que se trataba de la conducta gamberra de un joven que mancha un bien público que también ha sido pagado por sus padres, pero preferí soñar. Si el chaval supiera lo que yo pretendo ver aunque, como a él, no no nos lleve a ninguna parte, alucinaría. Miento. A él le sirve para ratificar un ego minúsculo y a mí para hacer esta entrada en el blog.




jueves, 21 de enero de 2016

Desnudeces. Cuerpo



Hay algo de rostro olvidado en todas las huellas residuales. Donde parece una mancha de herrumbre en realidad es sangre. Donde la madera se quiebra hay arrugas, Donde cada tablón se divide hay carne lacerada. Pero los agujeros, ay. Esas cavidades que taladran el cuerpo íntegro del hombre. Qué habrán sostenido, qué habrán dejado penetrar, qué oquedades al aire abiertas a otros mundos. Cuánta vida ajena que se hizo propia. Cuánto dolor y cuánto goce repartidos de manera desigual. Cuánta huida. . 



(Fotografía robada a Pedro Ojeda, pero que me ha impresionado, gracias)


martes, 19 de enero de 2016

Desnudeces. Escribiente






















Me encuentro con mi amigo Max. Cuando no tengo ganas de escribir, escribo, dice. Eso es paradójico, ¿no?, le digo. Pero él añade bromista: Siquiera para decir que cuando no tengo ganas de escribir es cuando lo hago. Le miro perplejo y él lo advierte: No, es verdad, hay algo en el ejercicio que se salta el ritmo. Quiero decir que es como si se escindiera tu parte racional o como si la otra parte, la espontánea, se tirara al monte por su cuenta. Sin exigencias, sin saber dónde llegar, sin la disciplina del escribiente sesudo. Por simple placer. Eso está bien, le animo. No sé si basta, aunque tampoco es importante saberlo ni medirlo, pero es sano. Naturalmente todo está función de qué quiere uno hacer u obtener con las palabras. Max quiere ir más allá: Hay un momento en que el hombre debe asumir su desnudez con franqueza. Escribir es una excusa para vivificarse a uno mismo. Para rasgar las telarañas, o desalojar el hastío, o ir contra la corriente que impera. O acaso solamente para sentir desalojada de sus carnes la hediondez con la que se ha impregnado en el barreño social. La desnudez consecuente es, entonces, el apartamiento.



domingo, 17 de enero de 2016

Vacilante soy




¿Por qué lo subtitularía el autor como el libro de la lectura vacilante? Me gusta. Las primeras lecturas eran entonces titubeantes, sí. Hoy no sé. Hoy todo el mundo cree saberlo todo desde el principio, se afirma sin dudar y se confirma incluso desde la oscuridad de los conceptos. Si se yerra, se le resta importancia y, como mucho, formalmente, se piden disculpas superficiales por aquello de no comprometer la imagen, luego el negocio. El pudor por la equivocación y el esfuerzo por la corrección se valoran cada vez menos. Así que me alegro haber sido un hombre titubeante desde mis primeras letras. Los titubeos iniciales implicaron asombro, confusión y más adelante perplejidad. A mí me costó mucho situar a sujetos y objetos de este mundo y desvelar las contradictorias relaciones que unos y otros establecían. Había tanto de laberinto, cuyos caminos relacionaban lecturas con la vida ordinaria, vidas ajenas con la propia, órdenes superiores con necesidades inferiores... ¿Quién dijo que hay más ficción en lo literario, por ejemplo, que en el acontecer cotidiano? El debate aún subsiste. Probablemente aquel método de la lectura vacilante se mantuvo con los años. Un paso adelante, otro u otros dos atrás. Un salto, una parada. Un avance, un quiebro. Un plano que se eleva, un piso que se viene abajo. Seguimos siendo vacilantes. Reconocerlo no es ser frágil. La fragilidad consiste en acometer sin claridad empresas que ya intuimos prestas a fracasar. Vacilar, dudar, barajar posibilidades. Cuantas veces haga falta antes que despeñarnos. No sé si hoy se lleva esto. Hoy muchos no se pierden en los titubeos sino en las presuntuosidades. Tal vez la promesa que yo percibí era aquella: la no vanidad.





sábado, 16 de enero de 2016

Desnudeces. Microplanta






















Mi plantita callejera seguía hoy ahí. Me acerqué y le pregunté: ¿eres una especie salvaje? Ella me miró extrañada. Simplemente vivo. Más allá no sé qué soy, me respondió. Yo insistí: ¿No te importa no saber nada más, por qué estás aquí, por qué eres tan menuda, si vas a crecer, cuánto vas a durar...? La plantita: No. Pero en cualquier momento puede venir alguien de mi especie y arrancarte de cuajo o ser ahogada por los gases de los coches, traté de hacerla razonar. Pero ella me dijo con calma y dulzura: No me preocupa nada de lo que parece preocuparte a ti. Y yo: ¿Por qué te muestras tan insensible? Me dio la impresión de que la planta se erguía levemente: Precisamente porque no soy insensible, porque resisto en mi insignificancia y porque conozco mis limitaciones puedo afirmar que ni soy ingenua ni perversa. Eso me aporta felicidad, algo que difícilmente debéis conocer los de vuestra especie, me contestó con humilde altivez. No supe qué más decir a la plantita  y continué mi camino.



(Sugiero leer este artículo de Jordi Soler aparecido hoy en El País:



 

viernes, 15 de enero de 2016

Desnudeces. Ajenación



En medio -o delante o detrás o a través- de tanta decrepitud y abandono, cunde el renacimiento. Aunque sea en las vidas ajenas. Con diferente rostro y lenguaje, con otro dolor y superación, con distinta resistencia. Zanjadas unas funciones, crecen las nuevas a sus pies. 



jueves, 14 de enero de 2016

Desnudeces. Incertidumbre
















Somos lo que creemos ser. Hay tanto de ilusión en el reflejo, al modo de la metáfora platónica, que no advertimos con claridad en qué lado de la raya vivimos. Cuando cae la lluvia, ¿en qué lado cae? Cuando crece la fronda, ¿es hacia arriba o hacia abajo? Cuando atisbamos un hilo de luz, ¿desde dónde nos llega? Cuando las voces nos invaden, ¿cómo calculamos la distancia de sus sonidos desiguales? Somos la incertidumbre.



miércoles, 13 de enero de 2016

Desnudeces. Cañaveral



















Somos el entorno. El cañaveral. Nos adornamos con la esbeltez ajena. Nos desgastamos con el influjo adocenado que nos llega. Pasan los días sin fecha. Nos refugiamos en lo hondo de la cavidad. Dejamos que penetre la luz mínima pero selecta. La imprescindible. Somos una permanencia a la intemperie.



martes, 12 de enero de 2016

Si-la-bea-mos




Nunca es tarde para fijar la mirada sobre viejas miradas. Mi primera cartilla tenía un nombre precioso. Silabario. ¿Por qué percibo hoy el término con un cierto grado de sensualidad y no como mera técnica de aprendizaje de las palabras por medio de su partición en sílabas? Creo que el silabario, en sentido extenso, lo aplicamos a lo largo de la vida en muchas otras conductas y aprendizajes. Silabeamos  -otros dirían tanteamos-  la aproximación a una persona, a un proyecto, a una intención, a un sueño, a un vínculo en ciernes, a la estética o a los sentidos. Dotamos de palabras, a veces previamente silabeadas, a cada de uno de nuestros actos y pensamientos, sin saber cuántos de estos surgen de aquellas por inercia o si aplicamos las palabras a algo que concretamos o al menos determinamos. Me gusta también que la portada del libro añada el calificativo moderno porque según van cayendo los años uno teme que haya perdido la presuntuosa modernidad. No es que me importe. Me desagrada una cierta clase de modernidad superficial que en la actualidad lo invade todo sin que nos impregne de nada, como no sea de banalidad, tontería y pérdida de tiempo, esfuerzo y recursos. Lo moderno es un término tan relativo para mí como, en otro sentido, pudiera ser el de lo clásico. Y, sin embargo, cuánto admiro ahora lo consolidado, lo que se dota de algunas certezas, lo que se aseveró hace años o siglos sin pérdida de significado y de sentido. Y que en uso desde tiempos antiguos se sigue considerando en pleno valor (no valor de precio) para ratificar nuestros comportamientos presentes, simplemente porque se reveló, además, útil, luminoso, prácticamente indiscutible. Mi silabario moderno siempre fue complementario de mis padres silabarios, si puedo llamar así a mis progenitores con quienes, dedo sobre sílaba a sílaba en el papel, fui domesticando las palabras que llegaban desde ignotos y salvajes territorios a mi cuerpo. Dedo sobre sílaba a sílaba. ¿No era ya sensual entonces aquel aprendizaje? ¿No lo sigue siendo ahora mismo sobre cada descubrimiento al que aplicamos la partición para que llegue mejor a nosotros o nosotros podamos adentrarnos en el paisaje novedoso que es infinito? 

(Por cierto, cuánta intención en la imagen del niño que exhibe el libro abierto. Doble página donde una niña juega con una muñeca y un niño se postra ante la Virgen. Donde el niño alegre casi parece de sexo indefinido, con ese rostro de maniquí de tienda de géneros de punto, esos labios de carmín y esas manos femeninas, de mayor...) 





lunes, 11 de enero de 2016

Yo fui un niño bien educado




Por qué saqué sobresaliente en la asignatura de Disciplina y Urbanidad, no lo sé. Sí, pásmense, en mis tiempos y en aquel colegio existía una asignatura llamada de esa guisa. No recordaba ya la portada del libro que presentaba tal ciencia. Un padre que mira con satisfacción a su hijo; un hijo que permanece receptivo a los consejos de su padre. Un padre de traje y corbata (en tiempos de monos grasientos y ropa raída de albañil) que lee un periódico, sentado cómodamente en un sillón. Una primera plana de periódico de formato Financial Times que saca una fotografía de un tipo que recuerda al padrecito de los españoles de entonces. Un hijo que alza un libro de Historia con la imagen de algún rey de los muchos y muy nobles que este solar patrio ha producido. Una relación cordial y de entendimiento y complacencia mutua entre padre e hijo, vamos. Una imagen de hombres, como debe ser. De machotes, equilicuá. ¿Y la madre? ¿Y las hermanas? Pertenecerían a otro libro, supongo, porque mujeres en mi infancia sí que las hubo. Subordinadas, segregadas, eso sí, pero se las veía en algunas funciones, si bien no en lo que la religión y el régimen consideraban lo más esencial. Mujeres en la cocina, mujeres en la compra, mujeres a la fuente, mujeres lavanderas, mujeres en las procesiones, mujeres sirvientas, mujeres del brazo del marido, mujeres diciendo sí hasta en la estricta intimidad. Bueno, en la estricta estricta habría muchas que dirían no, pero que no se sepa. Estaban, claro que estaban, pero, ya digo, pertenecerían a otro libro de texto. ¡Ni siquiera en clase había chicas! Yo mismo me intrigo tanto ahora...¿Por qué aquel sobresaliente? ¿Porque el libro complementaba las enseñanzas de casa? ¿Porque era fácil de aprender la materia? ¿Porque el niño obseso por el orden que llevaba dentro resultaba propicio a absorber las recomendaciones del medio? ¿Por sus imágenes pedagógicas? ¿Porque me enseñaban las importantes prácticas de la higiene y la cortesía, que me iban a servir de mayor, sobre todo la segunda una vez el niño se convirtiera en hombre hipócrita? Yo fui un niño pero que muy bien educado, matrícula, ya he dicho, en Disciplina y Urbanidad, nada menos. Hasta que la asignatura se hizo trizas en el fuero interno del niño.







domingo, 10 de enero de 2016

Desnudeces. Raíces del cielo





Acostumbrados tenemos a los humanos a ver nuestra fronda. Pero en el invierno nos niegan la mirada. No saben admirar nuestra armoniosa escualidez. ¿Por qué nos ven solamente como adorno o como protección del calor? Aquí está nuestra arquitectura esbelta. Aquí nuestro ramaje ahíto de interrogaciones. Aquí el crecimiento silencioso de nuestra proyección. Aquí el símil y la verdad que los hombres no podrán repetir porque solo tienen una ocasión. Aquí nuestra metamorfosis rumorosa. Aquí la belleza de nuestra desnudez.   




viernes, 8 de enero de 2016

Desnudeces. Catarsis



















Somos signos expulsados y azarosos. Se nos teme pero se nos ignora. Refrenamos la luz y se nos percibe como perturbación. Revitalizamos la tierra pero también la anegamos. Unos nos alaban y otros nos maldicen. Nuestros orígenes están en el cielo pero también en la fragilidad de los humanos. En ocasiones no nos distinguimos, salvo al rozar los labios de los individuos, en cuya labilidad descubrimos la alegría entusiasta o la angustia aflictiva. Traviesas o salvíficas las gotas nos brindamos para purificar el vórtice de emociones que los elementos y el hombre comparten.


   

jueves, 7 de enero de 2016

Desnudeces. Destino






















Somos hojas caducas y flotantes. Nos pisotearán de modo insultante y también inadvertido. Nos ignorarán. Ni siquiera nos apartarán para ver el reflejo del mundo de donde provenimos. Nos desalojarán de la caída. El charco quedará seco y pocos sabrán si una vez las ramas nos parieron y si la lluvia nos mantuvo en el límite de la vida, antes del fin.



miércoles, 6 de enero de 2016

Omnipotencia / Omni-impotencia





Nacimos de las mentiras. Para la ideología nacionalcatólica las gónadas, los espermatozoides, el semen, los óvulos y el apareamiento placentero de nuestros padres  -cosa de bestias todo ello-  no contaba apenas. Era un paso inmundo y forzado para estar en esta vida, donde lo importante era Dios y el Caudillo. Al fin y al cabo las castas tradicionales (el término casta no me lo han descubierto los politólogos emergentes, oigan) y su clientela sumisa necesitaban reinventarse todo para vivir del cuento que a su vez pasaba por el robo y el reparto del país, y antes por el derramamiento de sangre y la exclusión de media España, o más. Todo fue oscuridad y cementerio durante décadas (aún permanecen huellas por doquier) Yo creí una vez en todas aquellas mentiras, en el misterio insondable de la divinidad y en la omnipotencia del Salvador humano que competía con el Salvador divino. Me hicieron aprender el texto (entonces todos los textos eran catecismos) y henchir mi corazón de devoto sometimiento al hombre providencial, reflejo del Dios Uno y Trino (invento éste que nunca entendí, si bien no se trataba de entender porque las metáforas de las farsas no se racionalizan jamás)

Nacemos de las mentiras. Los jóvenes de ahora no podrían entenderme, pero que no se fíen. Ellos están mamando grandes y pequeñas mentiras, y tengo la sensación de que no van a apostatar ni renegar de ellas como hemos hecho otros con las de nuestro tiempo viejo. 

(Ya que uno ha empezado de retro el año no he podido resistirme a otra imagen de mi primer libro de "enseñanza" escolar que, si bien nauseabundo entonces, hoy me parece kistch)




martes, 5 de enero de 2016

Sin palabras




Sin palabras, porque ya nos las dijeron con oscura y sucinta claridad en su día. Porque ya nos las hicieron repetir hasta la saciedad. Y si no, castigo y cristazo limpio.  De aquellos polvos, estos lodos. Disco rojo para los causantes rebeldes si es que quedan.




lunes, 4 de enero de 2016

Disco rojo




Así estamos. Paralizados en el tiempo y desubicados del espacio. Espacio y tiempo van tan de la mano que cuando ante el primero surge un obstáculo el otro se desvirtúa en su significado. Pero se ve que el redil funciona por su propia aquiescencia. Eso haría menos necesarios los pastores. Está por saber de qué manera van a causar más estragos las fieras depredadoras en la búsqueda insaciable de sus presas. Y si el ganado se dejará hincar las dentelladas sin oponer resistencia. Sin embargo, nos crecieron en exceso los mayorales. Nos acostumbramos estúpidamente al aprisco. Disco rojo para las causas rebeldes.



sábado, 2 de enero de 2016

La niebla en otros mundos




Con la ciudad desierta en hora temprana me pedía el cuerpo recorrer el parque entre la niebla. En lo alto de la cascada, una soberbia congregación de los pavos reales. Majestuosos, impertérritos, silenciosos en el filo del aire helado. Ajenos a las celebraciones y excesos de los humanos, ellos también procediendo a un encuentro que acaso practiquen con frecuencia y sin necesidad de justificarse. Me deslicé entre el clan, tratando de no hacerme notar, pendiente del suelo resbaladizo. Sólo los árboles de primer plano eran visibles. Un poco más allá el banco de niebla difuminaba el resto de la fronda, los edificios, el templo próximo. Hasta parecía que las mismas aves se desfiguraban en el espectro donde los colores se pierden y las luces son tenues. Me sentí allí un intruso, un individuo que había perdido su sombra tratando de localizar el paraíso que se nos ha negado una  y otra vez a los de mi especie. Fama, desde su bizarro pedestal, me hizo un guiño con su solo de trompeta de Jericó que únicamente yo podía escuchar.  

Dicen que ha llegado un año nuevo. Os obsequio la quietud de otros mundos. Que seamos capaces de afrontar lo que nos depare el destino. 















viernes, 1 de enero de 2016

Seguimos empujándola




Puesto que tenemos que seguir empujando la piedra no la hagamos mayor.



(Sísifo, de Franz von Stuck)