"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





domingo, 8 de abril de 2018

Deriva de las estatuas al paso de von Aschenbach





















DE LAS ESTATUAS no te atrae su exuberancia triunfante ni tampoco sus formas vestales ni siquiera sus rasgos helenos, ya vistos tantas veces. Ni ellas mismas, te parece, creen ya en lo que representaron una vez. Te fascina la naturalidad del aire viviente que exhibe su decadencia. Hieráticas o agitadas en sus escorzos manieristas, marmóreas o graníticas, simbolistas o adustas representaciones lineales, es su despacioso deterioro lo que les confiere un aliento próximo a los humanos. Y cuando encuentras efigies cuya pátina las hace más sabias, descolgadas ya de sus pedestales originales, sientes que intercambian contigo un diálogo íntimo. ¿Has oído cómo te hablan las de estos parterres? Me dijeron que era una diosa, te dice una que domina el paisaje y que, aun algo ajada, rezuma perennidad ; yo cabalgaba como un condotiero, dice otra que mira a las fuentes y que mantiene su aire imperial; jamás salí de mi condición de esclavo derrotado, dice la de más allá postrada en una eterna caída. En los jardines, mejor que en los museos, las estatuas se aproximan a la condición del hombre. Las protegidas y cerradas galerías, por el contrario, convierten a las imágenes en presas de la no vida, por mucho que los técnicos traten sus materiales y repongan sus desperfectos. Aquella confesión que escuchaste en un paseo de otoño por una villa a la intemperie te conmovió intensamente. Nosotras queremos también morir como los humanos, acertó a decir a tu paso un efebo erosionado por el viento y corroído por la salinidad de la costa próxima. Sus facciones se habían desgastado parcialmente, la musculatura se mostraba más débil, los atributos varoniles habían perdido parte de su esencia, alguna de sus extremidades se hallaba disminuida. Sin embargo, aquel adolescente secular que apenas se cubría con los restos de una clámide ennegrecida, mantenía una erecta presencia que no le desproveía de un ápice de su primaria dignidad. ¿No se darán cuenta estas figuras que si quieren morir como los humanos tendrían que vivir como nosotros?, llegaste a pensar mientras circundabas la paulatina pero hermosa decrepitud de un efebo envejecido.



(Fotografía de Boris Smelov)   


18 comentarios:

  1. Si hay un trabajo de artista que encuentro difícil y complejo es el de "estatuero".
    Un pintor, si la cosa no sale como desea, siempre puede dedicarse a la "abstracción", al "cromatismo", a la búsqueda de nueva tendencia (eso siempre queda bien, pero un "estatuero" está condenado a hacerlo bien. Y fíjate que no digo un escultor, porque escultor en la línea de Moore, donde se aprovecha de la oquedad de la materia, es mucho escultor.
    No me veo atinando proporciones, ni cánones de siete cabezas. Ni puliendo uñas o vaciando perfiles. Lo veo muy difícil, mucho.
    Y hay estatuas que sino fueran porque desean estar calladas, nos explicarían vidas y miserias de los andantes.
    Un abrazo

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    1. Sí, la estatuaria no tiene mucho que ver con la pintura, por ejemplo. De hecho ha perdido vigencia desde hace siglos. Siempre estuvo en función de las obras arquitectónicas o urbanísticas, pero al menos destacaban. Lo que antaño venía a representar poder, simbolización, culto o relato épico quedó marginado hace mucho. Ya no cumple la función antigua y a las esculturas actuales se las relega, mal colocan en rincones de la ciudad y se reproducen con poca gracia porque parece ser que hay también su red de escultores de encargo al servicio del partido que gobierne en unas administraciones u otras. No obstante me sigo entusiasmando con las esculturas que me voy encontrando por ahí, todas tienen su punto y el hecho de que los artistas se hayan enfrentado a toda clase de materiales y con resultados importantes da idea de la nobleza de una técnica que ya digo que no habría que perder.

      Ah, las estatuas no están calladas, qué va; pon el oído, ya verás. Salud y bon diumenge.

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  2. Pues no te acerques demasiado a ellas, Gustav, no vaya a ser que alguna estatua te caiga sobre la cabeza. Y no olvides la decrepitud que producen los tópicos y que las rutinas son las arrugas de las ideas. Sé cauto, pues, con las doctrinas dominantes. Provocan  surcos irreversibles del pensamiento y desintegración de la consciencia.

    Vuelves a querer matarme. Como si lo viera.

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    1. Tomo nota de toda clase de advertencias y consejos que vengan de la edad tardía, muchas gracias. Y respecto a lo que pueda caerle a uno encima, ya ni estás seguro en un acantilado apacible ni pasear a la vera de los signos de poder del cristianismo denominadas iglesias o catedrales y ni siquiera hay garantías cuando me adentro en un parque. Todo está en movimiento y sobre todo aquel que viene del envejecimiento y lo tomamos como seguro, ése, puede ser el más arriesgado.

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    2. No. No son cosejos para ti. Sigo hablando de -por y para- mí. Es el ego lo que me interesa, por eso lo cuido. Y, siguiendo mi propio estilo, puedo dirigirme a él en singular, plural, masculino o femenino. A mi gusto. E igualmente me importa mucho el hic et nunc, aunque nunca te hayas dado cuenta de lo que te digo.


      Ahora bien: Jamás hablamos de lo mismo. En eso coincidimos.

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    3. La convergencia en la disimilitud, tal vez. Veo que tiene una firme convicción en sus aseveraciones. Si son consecuentes, mejor que mejor.

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    4. ¡Caramba, caramba, caramba!
      ¿Eres profesor? ¿Profesor de Literatura?

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    5. No. Nada más lejos de mis intenciones que pretender enseñar o imbuir materias a nadie.

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    6. Desconozco las razones por las que me tienes tanta antipatía. Pero, ¿sabes lo que te digo?: que mientras tú continuarás aquí, en tu propio territorio, yo tengo que buscar nuevo aliciente para una chica taconeante y resolutiva (dicen) que enseña inglés (aprendiendo mucho, digo yo) todavía con tiza.

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    7. ¿Antipatía? En absoluto. No vea fantasmas que suelen dar malas noches. Que sus alicientes lleguen a buen puerto (lo de enseñar con tiza en estos tiempos de rarezas me parece precioso)

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    8. Dicen que los años y la madurez no son sino un extraño y pesado equipaje que entorpece nuestro inevitable retroceso hacia el estado de gracia de la primera juventud. Todos, definitivamente todos, saltando por encima del desánimo y la decrepitud inútil e incomprensible, nos morimos teniendo quince años, empapándonos en ellos y salvándonos con ellos de un Dios despiadado e inclemente que no se ha tomado la molestia de explicarnos absolutamente nada.


      Nunca me confieso, caballero, ni creo que esa regurgitona sea un sacramento. Tampoco tengo tu autodominio. Pero déjame que, por enésima vez, te debele elogiosamente: Tus blogs se componen de múltiples microcompartimentos fértiles unidos laberínticamente entre sí.  Si cae una gota de agua en alguno de ellos te crece rápidamente un ombú. Y el rocío de ese ombú engendra rápidamente otro ombú. Y la humedad del nuevo se reproduce en otro ombú. Y así sucesivamente en progresión geométrica. Y no veo que esa fecundación tenga fin. Ahora sí hablo de ti. Y también de mi.


      Puedo manejarme con soltura en la tabla de los logaritmos y no le veo secretos a la regla de cálculo, algo te anticipé. Pero a la vista está que no tengo la menor idea de cómo conducirme bien por aquí.
       

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    9. Qué observaciones tan interesantes que me sorprenden. Me hacen pensar. Por una parte desdeño imágenes tales como el retroceso o la búsqueda de aquel lejano y supuesto estado de gracia. Por otra a veces parece que dentro de mí sigue latiendo aquel estado, aquella memoria activa, aquel incentivo de un ser que empieza a hacerse. ¿Contradictorio? No sé, tal vez consecuente y como ignoro si sucede algo parecido en los otros sí que reconoceré que siempre debo alimentarme del avance y del retroceso, de la reacción y del progreso, como en la música.Acaso sea una manera de paliar el día al día y sus desajustes e insatisfacciones e impedir que estos se apropien de mí y me hagan viejo de verdad, el definitivo, el inevitable. A medida que pasa mi tiempo y el concepto Dios ya no me impresiona ni me solicita lo más mínimo, lo cual me entusiasma, mi enfoque vital es sólidamente humano.

      Respecto a mis blogs, pues no sabría qué decirte. No hay intención previa ni premeditación ni construcción consciente y articulada de unos y otros. Simplemente es generación espontánea. Y como sucede con las semillas que cuasi invisibles pululan por el aire pues debe ser que de pronto alguna de una parte de mi expresión decide asentarse en otra parte de mi pre-expresión y de pronto, eh voilà, germina algo aunque como cualquier hijo de la naturaleza dura lo justo. Debemos escribir para prospectar, para un diálogo paralelo dentro de nosotros y si es posible abierto a otros individuos, como es mi caso, porque no hay indagación que merezca tal nombre si no tenemos en cuenta la opinión ajena, ¿no crees? Lo de los ombú me ha intrigado, no sé nada de nada de ese árbol. Y al fin y al cabo, dado que la imagen del ombú que me sugieres es tan atractiva. ¿hay algo más interesante que considerar que nos fecundamos perpetuamente, aun sabiendo que un día dejaremos de hacerlo? Mientras el Tiempo será nuestro aliado y en ningún modo nuestro verdugo, y quién sabe si acaso algún día no le estaremos obligando a que nos pida permiso para dejar de ser.

      Sobre matemáticas soy necio y negado, pero receptivo a creer lo que me informe cualquier especialista que, relativizando, profundice en ellas.

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  3. Maravilloso texto en el que logras describir esas intimas sensaciones que me cruzan cuando me hallo ante alguna de las tantas estatuas que me conmueven. Me sentí identificada en tu percepción.
    Un abrazo

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    1. Es evidente que las esculturas tienen alto poder (antes tenían más) al menos entre los que disfrutamos con ellas, allá por donde vayamos. Es lógico por lo tanto que coincidamos, me reconforta saber que hay personas que participamos de aprecio por el arte y las representaciones, aunque no por eso dejamos de ser también críticos. Buena semana.

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  4. Me encantan las estatuas erosionadas por el tiempo, con esa decrepitud tan humana, consuela estar cerca de ellas, si es posible en un lugar preservado de miradas ajenas. Tocar ese rostro que algún día fue músculo y piel, gozo y sufrimiento.

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    1. Comparto esa actitud. Además el apartamiento de las estatuas concede una especie de encuentro y comprensión entre el visitante o paseante y ellas y sus significados, que nosotros alteramos. Un abrazo.

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  5. Que el tiempo logre erosionar los materiales más "nobles", nos da la señal de que nada de lo que hagamos realmente nos sobrevivirá.

    Si los dinosaurios construían templos o practicaban la agricultura nunca lo sabremos.

    Lo mismo pasará con los hombres.

    Saludos,

    J.

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    1. Muchas veces pienso en la erosión en todos los planos, vidas y especies. Por la cultura heredada Roma me hace pensar mucho en ello, hay restos por doquier y entre erosiones, devastaciones y olvidos, la cultura del pasado y sus manifestaciones y en lo que han devenido nos dan prueba sobrada de la limitación del vivir humano. Los restos que han permanecido pueden invitar a una reflexión humilde -de la que tan necesitada está nuestra actual civilización- pero a su vez hay que interpretarlos. No obstante saber de las fronteras en que vivimos también proporciona placer conocer las formas de vida de otros tiempos y culturas, ayudan a preservar una visión relativista de la existencia, pero es que no creo que haya otra posible.

      Saludo y buena semana, José A.

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